La chica de la curva.

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La encontré al girar una curva, apenas una silueta acariciada por los jirones de niebla que abrazaban la montaña, y sólo la más ciega de las suertes hizo que pisara el freno a tiempo. No hice ninguna pregunta: vestida con un camisón de noche en la madrugada invernal, estaba claro que buscaba ayuda.

Por si acaso fuese necesario, ella gritó cuando se subió por la puerta abierta:

- ¡Rápido! ¡No deje que me coja!

Las ruedas relincharon al voltear el coche 180 grados y lanzarme a la carrera. Mientras la chica echaba nerviosas miradas por la ventanilla trasera, yo la estudiaba con disimulo. "¿De dónde habrá salido? Esta niebla es densa, ¿pero tanto como para calarla de esta forma?" El pelo se le pegaba a la frente brillante, y la tela del camisón se ceñía a su cuerpo revelando los secretos oscuros de sus pezones y el vello púbico entre sus muslos. Me obligué a centrar la vista en la carretera.

- No te preocupes, sea quien sea no nos alcanzará.

- Lo hará, -contestó con una risa triste. -siempre me alcanza.

Entonces vi cómo comenzaba a sangrar por toda ella, ojos, orejas, boca, y el camisón ahora se pegaba a su cuerpo por las marcas de la sangre que le brotaban de los hombros, los pechos, el vientre y entre los muslos. Yo estaba demasiado estupefacta para reaccionar. Si en aquel momento hubiera venido un coche de frente habría sido el fin para todos. Ella continuó.

- Te agradezco que hayas parado. La gente suele escapar en cuanto me ve, temerosa de que los estrangule al salir de la curva. Esta vez he tenido. suerte, aunque no suficiente. -me sonrió de nuevo. -Quizás en otra ocasión. Eres hermosa.

A pesar de la urgencia del momento, sus palabras me encendieron las mejillas. Quise decirle que yo también la encontraba hermosa; sin embargo, no tuve opción a ello. En la siguiente curva estaba sola otra vez, sin entender muy bien qué había pasado. Estuve un rato detenida en el arcén, tratando sin éxito de dar sentido a todo aquello. La presencia de la chica se había desvanecido de mi vida, y sólo me había dejado un frío vaho en los cristales y una humedad extraña entre mis piernas.

Siempre que puedo intento recorrer una y otra vez aquella curva, sobre todo si hace niebla y es de noche. Por si logro terminar su historia.


Desnudez desgarrada: historias Eroguro de lo macabroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora