CAPITULO 8

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LUCIFER

Los jadeos de la mujer que tengo entre mis piernas son música para mis oídos. Después de besar a esa maldita hechicera, tuve que salir a follarme a la que primero se me cruzara. Tener sus esbeltas piernas entre mis manos, sentir esa piel amarfilada, como ese puto vestido le se ceñía tan bien a sus curvas, ese blanco contrastaba con su piel, los malditos ojos azules le resaltaban, son como el cielo, ese al cual nunca podré ir, pero si quiero tocar ahora. Besarla fue como estar por unos minutos en el paraíso. Fue como un pase de prueba – Demonios, si así se siente el paraíso, quiero volver a estar en el, aunque sea por unos cortos minutos – Tengo su aroma clavado en mi nariz.

Sacudo la cabeza – Tengo que concentrarme – No puedo perder la cabeza, no por ella, que es la hija del hombre que más odio en el mundo, solo puedo hacerle daño, no puedo permitirme sentir nada más que no sea odio, ira y rencor hacia el mundo. Me quitó todo lo que más he querido en mi vida, dejándome como un recipiente que solo alberga unas inmensas ganas de destruir y dejar al maldito mundo hecho cenizas.

La amargura, la ira y la venganza son mis fieles amigos, siempre caminan a mi lado, son una extensión más de mi cuerpo. Muchas veces los monstruos, las bestias y los demonios no nacen, se hacen, el mundo los corrompe, los hace crueles y sádicos. Quizás unos si nacen, pero a mí, a mí me crearon, y de la peor manera, por mis manos han muertos muchos y esto apenas es el comienzo.

-Eres una delicia – Musita la rubia que tengo entre mis piernas.

-Lo sé – Digo airoso – Todas me lo dicen. Lástima que solo me prueben una vez.

La tomo de la cabeza y la guio para que vea como quiero que me la mame. Me aferro al nacimiento de su cabello y comienzo a follarmele la boca. Entro y salgo de su boca de manera salvaje. Y es que yo no sé coger de otra manera, me gusta ser rudo, dominante y fuerte. Mi cangle queda empapado de su saliva.

Cierro los ojos para disfrutar del magnífico oral que me está dando. Quiero perderme en la lujuria y el deseo que me ofrece mi infierno, arder en las llamas de este es lo que me mantiene vivo, aunque en el fondo sé qué hace mucho estoy muerto por dentro. Gruño y dejo salir jadeos. Ella toma mis bolas entre sus suaves manos y da lametazos a mi polla, es una verdadera hembra. Mi mente se está sumiendo a ese poso de la perversión, cuando de repente aparecen esos cielos hecho ojos, ese cabello rojizo, esos pequeños labios que tanto ansió volver a besar, esas pequeñas manos que quisiera que tomaran mi polla y la masturbaran.

Sacudo la cabeza - ¿Qué te está pasando maldita sea Lucifer? – Tengo que aterrizar.

Quiero correrme, pero cuando vuelvo a cerrar mis ojos, vuelve aparecer ella, me entierro más duro en la boca de la rubia, estoy afanado, desesperado por correrme, tengo cosas que hacer, pero no puedo irme cargado, me amargaría el día. Siento como le dan arcadas a la mujer a la que me le estoy follando la boca, pero no me importa, en estos momentos quiero correrme y olvidarme de esa maldita hechicera.

Me aferro más a su cabello y ella sigue chupando, lamiendo y ayudándose con las manos, pero no lo logro, me estoy frustrando. Gruño, jadeo, estoy extasiado, enceguecido, quiero llegar, pero su imagen no me deja avanzar. Me exaspero, así que me detengo.

-No sabes dar una buena mamada – Le digo rabioso – Vístete y lárgate de aquí.

Me subo los pantalones y salgo de la habitación dejándola sola. Tomo el casco de mi moto y me dirijo a la gran bodega donde me tengo que encargar de un asunto. Tengo la rabia y la amargura por los cielos, estoy caliente y cabreado.

No puedo perder la cabeza.

Ella es mi enemiga.

Debo hacerla sufrir.

LUCIFERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora