Capítulo 1

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Las circunstancias pueden cambiar. Solo dales tiempo

Camy

Estaba en mi cuarto. Sola rodeada de libros y música a todo volumen. Amaba pasar los días así

Sin gente a mi alrededor y siendo una sola con mis aficiones al igual que mis problemas

Justo hoy, tenía que ir a trabajar a un café cercano de casa para poder mantenernos. En mi familia éramos cinco: mi hermana pequeña, mi padre, mi madre, mi abuela materna y yo

Estábamos muy unidos, casi nunca peleamos y cuando ocurría no pasan ni cinco minutos y ya estamos todos felices. Cómo decía mi abuelo: “en las buenas y en las malas hay que estar unidos”

Ese era nuestro lema, y así lo llevamos hasta ahora. Solo que pasaron muchas cosas que... fueron para empeorar mucho más nuestra situación

No somos de una familia rica que derrocha dinero pero tampoco pobres al punto de no tener casa ni nada que comer. Somos de clase media pero aún así tenemos ciertos problemas con los gastos. Al mi abuela enfermarse mi madre ha tenido que hacerse cargo de ella prácticamente

Perdiendo su empleo y ganas de vivir, como lo llama ella e incluso algunas amistades cercanas. Mi hermana pequeña estudia en una escuela privada que, con mi sacrificio y el de papá pudimos permitirlo

El trabajo de mi padre consiste en ir a  una pequeña fábrica dónde vende la mercancía en un puesto del pueblo. No es nada del otro mundo pero al menos le pagan bien y eso es lo que importa

Mientras que yo, al graduarme y tomar mi título en la universidad de las artes tuve que trabajar sin descanso por ellos. Nunca me gustó la idea de trabajar en ese café del infierno lleno de gente malhumorada pero tenía que hacerlo

«Era una obligación» según mi padre, y que repetía a toda hora

Lo que yo quería era ser una gran pintora, dedicarme a pintar y pintar en un lienzo, solo yo y mis pinturas. Eso era lo que me hacía feliz y por culpa de la injusticia del destino o la vida misma tenía que dedicarme a algo que no me gustaba

Mi madre solía decir que era una frustrada de la vida ya que nunca pudo hacer lo que quería por culpa de sus padres y me juré, por esa razón, que no sería igual a ella

Tenía todo el derecho del mundo a hacer lo que me gustaba. Esa era mi pasión y nadie podía quitarmela, estaba conmigo, dentro de mi

—hija ¿no vienes a cenar? Tienes que comer, recuerda que debes trabajar dentro de poco—me comunica la voz de mi madre y antes de que pueda responder entra sin yo decírselo y camina hasta mi

Al verme en el suelo sobre mi alfombra, leyendo un libro y con la música de Olivia Rodrigo a todo volumen me echa una mirada de recelo

Y solo por esa mirada le bajo cinco rayas a la música. A fin de cuentas ya la escucharé más tarde de camino al café

—mamá la verdad no tengo hambre. Y sí, ya sé que tengo que trabajar. No lo he olvidado, relájate—sin fuerzas le respondo con mi mejor sonrisa para que así pueda irse de nuevo. Esto de entrar y decir esas mismas palabras constantemente se está haciendo una rutina para mí. Es desesperante

Últimamente no estoy comiendo mucho y mi cuerpo flacucho lo sabe perfectamente. Parece que estoy pasando por una enfermedad terminal y no que tengo apenas quince años

A mí edad muchas chicas parecen modelos, cuerpos perfectos, caras perfectas, cabellos perfectos e incluso novios perfectos y en cambio yo, parezco un flamenco sin color entre tantas pavas

Las grietas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora