Capítulo 11

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No todo resulta como uno espera

Camy

Al entrar en casa y cerrar la puerta tras mi espalda las lágrimas caen rebeldes por mis mejillas acompañadas de un fuerte dolor en el pecho haciendo así que suelte los animalitos en el suelo con cuidado para que vayan corriendo hacia la cocina

No podía respirar, tenía miedo. Sentía que iba a tener un ataque de pánico. Pero eso solo sería el comienzo

Me era imposible de creer que todo me haya salido tan mal. Jones, el chico que me hizo sentir más que cualquier otro hoy le tengo que decir adiós

Sabía que no sería fácil, él tenía una banda y un objetivo por el cual luchar y, por desgracia, yo no estaba en sus planes

Podría pasarme toda la noche llorando y gritando por su nombre hasta desgarrar mi garganta pero sería en vano ya que nunca iría a volver

Él acaba de emprender su vuelo, y yo debo quedarme en tierra viendo cómo se va de mi lado y a cada segundo que pasa se hace más pequeño e inalcanzable a mis manos

—¿quién está ahí? ¿Camy?—pregunta por lo bajo mi madre con su ropa de dormir puesta y una pequeña sartén en su mano derecha

Tenía un pésimo aspecto

—si mamá, soy yo—respondo y trato por todos los medios de que mi voz no me falle al mismo tiempo que me seco las lágrimas

—¿dónde estabas, mocosa? ¡Estaba muy preocupada por ti!—grita y corre hacia mi dirección con sus brazos abiertos dejando que la sartén caiga al suelo y, cuando pienso que me dará un fuerte abrazo se detiene en último minuto y me propina un buen golpe en mi rostro dejandolo ardiendo

¿Qué le pasa?

—mamá...¿que es lo que...?—no puedo terminar. Me toma por mi cabello y me lleva a tientas hacia mi habitación y cada vez que subo las escaleras un dolor se hace presente en las sienes

—vas a aprender por las buenas o las malas que a tu familia debes respetarla. ¿Sabes cuántos días nos hemos quedado sin dinero porque tú estabas paseando con tu novio? ¿No lo sabes verdad? Pues ya te digo yo: siete días, ¡una semana Camy!

—lo siento, lo siento. Por favor, suéltame—le ruego sintiendo el dolor más fuerte en mi cabeza

—no claro que no. Vas a recibir un poco de castigo por lo que has hecho

—mamá...—gimoteo

—calláte, perdiste todo el derecho de llamarme así

Eleva su mano para volver a golpearme pero antes de que su mano impacte contra mi cara mi hermana entra en la habitación llorando con su peluche favorito entre las manos

—mami, déjala en paz, ven...a dormir conmigo y con papá

Al decirle aquello con su voz suave mi madre lo reconsidera unos largos segundos y después de mirarnos a mi hermana y a mí con mala cara por unos segundos me suelta el cabello y camina hacia la puerta en su dirección

—vale, vamos—sale furiosa de la mano con mi hermana dando un portazo y ahí me echo a llorar con más ganas

Esto parecía un mal sueño que nunca tendría fin. Estaba acabada, lo presentía y sabía, que esto solo iba a ser el principio de la vida imposible que me harían de ahora en adelante

Las grietas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora