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CAPÍTULO CUATRO.
charlas a medianoche.
*

El edificio al que llegamos es gigante —al igual que todas las propiedades en el capitolio— y se encuentra dentro de la mansión presidencial. En el elevador, Charles es quien nos guía hasta nuestra planta, la número cinco, mientras nos explica porque nuestros mentores han desaparecido tan pronto como llegamos, y según lo que logro escuchar, son muy populares aquí dentro, lo que los lleva a ser solicitados por mucha gente importante.
Charles no para de hablar sobre lo genial e increíble que son los apartamentos y lo cómodos que nos sentiremos, hago todo mi esfuerzo para no gritarle en la cara que jamás me sentiría alojada a días de ser enviada a una arena para morir.

—Muy bien pasen por aquí por favor. —Charles abre la puerta y nos deja ver un espacio iluminado, enorme y por supuesto, lujoso. —Es precioso ¿no lo creen? el capitolio de verdad intenta hacerlos sentir en casa. —Su tono no deja de ser emocionante y me pregunto si en realidad cree toda la basura que sale de su boca o solo está fingiendo. Ambas opciones me parecen igual de malas, esta vez no puedo quedarme callada.

—En nuestro distrito no existen estos lujos. —Le comento cuando nos adentramos al lugar. —Algunas zonas ni siquiera tienen agua potable o aires para protegerse del calor infernal, la gente muere todos los días por eso ¿aquí por qué mueren? ¿no pueden hacerse una cirugía estética cada semana y caen en una tristeza extrema? no intentan hacernos sentir en casa, nos recalcan todas las cosas que tienen gracias al trabajo de los distritos que ellos dejan morir a su suerte. —Suelto lo que llevo conteniendo durante todas esas horas en el ascensor, sé que la he cagado cuando veo la sonrisa de Charles flaquear, pero esta vuelve de inmediato como si no hubiera pasado nada.

—Te sorprenderá la cantidad de buenas acciones que el capitolio tiene con los distritos, Leyla. —Se aleja de nosotros para encaminarse a los pasillos, se detiene en las habitaciones a las que nos invita a pasar. —Pero entiendo tu enojo, es normal sentirlo. Se te pasará cuando veas todos los platos de postres exquisitos que prepararan para ustedes. —Extiende aún más —si eso es posible— su sonrisa y solo siento ganas de borrarsela a puñetazos. Quiero gritarle que deje de hablar como si fuera Snow quien controlará sus palabras, que me diga algo real. Me limito a cerrar la puerta de la habitación en su cara, dejándolo solo con Theodore. 

La cama frente a mí está tan bien tendida que parece nueva, como si no hubieran dormido allí antes ciento de personas que ahora son cadáveres. Me estremezco al imaginarlo. Arriba de ella se encuentra un pequeño control remoto más no veo una televisión así que supongo que es uno de esos artefactos tecnológicos que solo el capitolio podría tener. Cuando presiono uno de los botones en la pared a mi lado se materializa una especia de pantalla que me muestra un paisaje similar a donde me encuentro, un lugar lujoso aunque no llega a ser el capitolio. De inmediato sé que es el distrito uno. Al pasar al siguiente, el panorama cambia y ahora veo un lugar con montañas rocosas y una infraestructura característica del dos. En el tres se ve una fábrica con enormes computadoras. Mis cejas se levantan cuando llego al cuatro, la imagen frente a mi es hermosa. Veo el mar que tiene mi distrito, pero con la diferencia que este es mucho más grande y sus colores son más cálidos, el sol parece fuerte sin llegar a ser insoportable. Luce como un sueño y estoy segura de que mamá lo amaría. Salgo de mi ensoñación cuando paso al cinco, mi distrito está rodeado por montañas y lindos paisajes áridos, no me sorprende para nada que la imagen enfoque a la planta de energía solar llamada "Coriolanus 9", por supuesto que el presidente está repleto de sí mismo y esa debe ser su parte favorita del distrito. En realidad, ha de ser la única que conoce.

El distrito seis cambia todo lo que llevo viendo, apaga el sol y en su lugar se ve como un lugar extremadamente frío, está rodeado de árboles y me recuerdo a los tributos pasados de este distrito. Todos tenían en común una piel pálida y ojeras marcadas, sé que son los encargados de los trenes —como el que nos trajo aquí— y los aerodeslizadores utilizados en la arena. También he escuchado rumores sobre la adicción a la morfina que reina en el área, es una pena por la cantidad de niños que deben crecer bajo esas circunstancias.

GODDES OF THUNDER, finnick odairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora