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CAPÍTULO SIETE.
centro de entrenamiento.
*

En la mañana Charles nos levanta para desayunar antes de ir a la primera sesión de entrenamiento. Mientras nos servimos, Columbae nos recomienda comer liviano para no vomitar en el medio y quedar como estúpidos. Nuestros mentores también comienzan a hablar sobre las estrategias que debemos seguir en este día, por mi parte intento memorizarlo todo: no demostrar todas nuestras habilidades, no comportarnos como idiotas, alejarnos de los profesionales y aprender tácticas desconocidas de supervivencia. Ambos coinciden en que no es el momento para pensar en alianzas así que descartan esa idea por completo, durante un segundo pienso en si debería contarles sobre la propuesta de Finnick, pero decido guardar esa información para mí.

Charles termina por acompañarnos hasta la sala en donde estaríamos entrenando por los próximos tres días, en el camino habla sobre como mi compañero y yo llevamos uniformes iguales; pantalones y remeras negras con bordes rojos y el número cinco en los hombros, al parecer es una idea de Gendha y Lahos para "demostrar que somos un equipo". Al entrar solo puedo ver a los primeros distritos que ya se habían juntado, según Damon, la alianza profesional se hace desde el momento de la cosecha. Caminamos hasta el centro y detrás nuestro no tardan en llegar el resto de tributos. Atala comienza a dar su discurso anual sobre la importancia del agua y la comida en la arena, también sobre los riesgos de temperatura y como evitar que eso se vuelva letal. Explica que los ejercicios son a decisión propia, además menciona que esta totalmente prohibido entrenar combate cuerpo a cuerpo con otro tributo ya que para eso están los entrenadores.

Cuando termina de hablar todos se dispersan hacia diferentes lados, con Theodore nos acercamos a los puestos de supervivencia y tal como nos lo indicaron, iniciamos por el reconocimiento de animales venenosos en el cual nos va bastante bien para nuestra sorpresa, seguimos por guías para encontrar refugio y fuentes de agua potable, además de nosotros también se encuentran los tributos del once que parecen demasiado perdidos para su suerte. En el que más tardamos es en aprender a diferenciar los frutos comestibles y los mortales, cálculo que pasamos fácilmente más de media hora allí cuando el instructor parece harto de ver a Theodore equivocarse diez veces con las mismas bayas y casi que nos ruega que pasemos a otro ejercicio. Llegamos al puesto de nudos y allí descubro una nueva debilidad, para mí desgracia el chico a mi lado que reconozco como el tributo del cuatro hace diez nudos tan rápidos que me dejan mareada.

Quiero alejarme del lugar cuando su mirada se posa en mí y Theodore esta demasiado lejos para notar como se acerca, lo veo muy entretenido en el puesto de camuflaje y quiero reír al verlo tan emocionado como un niño pequeño.

—¿Estás en problemas, brillitos? —Me pregunta quien ahora recuerdo se llama Jake, me da un poco de gracia que comparta el mismo tono divertido que tiene Finnick, me pregunto si es algo común en el distrito cuatro.

—Creo que puedo arreglarmelas sola, gracias. —Le respondo mientras termino a cuestas el nudo que quizá para él sea el más básico. —Y por cierto, mi nombre es Leyla.

El tributo larga una carcajada comenzando a hacer el mismo nudo que yo a mi lado. —Claro que puedes, por algo le dije a mi mentor que hablara contigo para formar una alianza ¿te lo dijo, verdad? —Sus manos se movían como si estuvieran a la velocidad de la luz. —Ya debes saberlo pero soy Jake y solo para aclarar, tu amigo con cara de perro rabioso no me intimida en lo más mínimo.

Volteo hacia donde él ve y puedo notar que no miente; el rostro de Theodore parecía querer explotar de la furia, poca veces lo había notado tan enojado y me provoco un cosquilleo por todo el cuerpo.

—No confía en nadie, no puedo culparlo. —Le digo pasando al siguiente puesto para aprender a tratar heridas graves, Damon dijo que era de los conocimientos más útiles que podría adquirir en estos días, y que cuando me ataque un mutuo y deba evitar morir desangrada le daría la razón. —Sí, la amabilidad no parece ser parte de su diccionario—. Jake me sigue y enseguida nos ganamos la mirada de todos, incluyendo a los profesionales; muy bien, primera regla rota.

—Chico inteligente, pero deberían saber que ellos los tienen en la mira. —Con la vista Jake señala al grupo que no aparta sus ojos de nosotros. —No creo que sea difícil para ellos cazarlos.

—¿Tu grandioso plan consta en intimidarme hasta que acepte? 

—Sí. —Responde con una sonrisa. —Es básicamente la idea ¿está funcionando?

—Suponiendo que aceptara, de forma hipotética ¿quién más estaría? —De a poco me voy acercándo a las armas donde están pocos tributos; los del uno y dos con lanzas y espadas, los del siete con hachas, Theodore con un arco y el chico del Seis con un látigo; me hago una nota mental para recordarme rezar porque este año no pongan látigos en la cornucopia.

Jake se adelanta tomando un tridente para luego lanzarlo a un maniquí sin despegar su vista de mí, el arma se clava directo en el pecho de este y una sonrisa arrogante adorna su rostro. No tiene que voltearse para comprobarlo, él sabe que lo ha clavado perfecto. —Tú compañero, si acepta. Pensé en el tipo del hacha pero siendo sincero me perturba un poco.

—¿Cuál es el trato? —Voy al punto pero enseguida quiero arrancarme la cabeza con las uñas cuando lo veo sonreír y sé que, así sea de manera involuntaria, acabo de aceptar y mis mentores van a matarme.

—Somos un equipo hasta que seamos tan pocos en la arena como para separarnos, a partir de allí, es un juego justo. —Me tiende su mano y dudo unos segundos en aceptarla. Me repito que hoy no tendría que ser el dia de alianzas, pero quiero decir ¿cómo podría rechazar esta oportunidad? así que aprieto su mano con la mía y después pensaré que decir a mis mentores. Jake está a punto de irse pero se queda para decir lo que no voy a admitir estaba esperando que diga. —No puedes saberlo, pero te puedo asegurar que yo no ataco por la espalda.

Cuando me deja sola me concentro en encontrar las dagas, agarro las medianas —mis favoritas— y a una distancia prudente comienzo a lanzarlas a los maniquís frente a mí. Al primero le doy en el pecho, justo a la altura del corazón, al segundo en el medio de los ojos y cuando lanzo la tercera que se incrusta directo en su cuello, al mismo tiempo una flecha se le clava a centímetros de distancia. No tengo que darme la vuelta para identificar a Theodore posicionándose a mi lado.

—Creo que hacemos un buen equipo. —Dice con humor.

—Sí fuera una persona, ahora estaría decapitada. —Tomo asiento en el suelo y mi compañero hace lo mismo, dejando el arco a sus pies. —¿Cómo te ha ido?

—El chico del seis se acercó a mí. —Confiesa y noto culpa en sus ojos, quiero reír cuando entiendo que hoy ambos desobedecimos a nuestros mentores por completo. —Te arrastre conmigo, lo siento, en el momento se veía como una buena opción, después recordé que Damon no confía en él y quise arrepentirme pero ya había aceptado y...

—Theo. —Lo corto antes de que le de un ataque de nervios y no puedo evitar hundirme en carcajadas llamando la atención de todos los tributos. Genial, otra vez,.—No te preocupes, yo hable con el del cuatro.

Theodore tiro su cabeza para atrás al ahogar un grito que no puedo catalogar de otra forma que no sea gracioso. —¿El presumido? tenía que ser él, que tortura. Tienes un pésimo gusto.

Lo golpeo riendo cuando nos levantamos para retirarnos. —No escucho quejas, yo no quede con el grandote con cara de asesino serial.

—Quiero que la tierra me trague ahora mismo. —Murmura hasta que tomamos el ascensor y presiono el botón cinco. —Espero que estén de buen humor.

—Dios te escuche, amigo.

GODDES OF THUNDER, finnick odairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora