06

250 31 6
                                    


CAPÍTULO SEIS.
los favoritos.
*

La pantalla en frente nuestro muestra a Caesar Flickerman hablando sobre lo genial que estuvo el desfile y lo mucho que los estilistas se esforzaron por relucir el aspecto de cada distrito. Theodore y yo nos encontramos sentados en el sillón con dos potes de helado —bajo las amenazas de Charles por el peligro de ensuciar el costoso terciopelo—. Nuestros mentores no dejaron de sonreír desde que bajamos de los carros y las palabras de Gendha resuenan en mi cabeza, de verdad ellos tienen esperanza en nosotros.

—¡Trescientos mil espectadores este año, una completa locura!—Comienza la transmisión Caesar, quien este año cuenta con el cabello, cejas y labios de color azul. —¿Estás listo para ver al distrito uno, Claudius?

El hombre a su lado, de cabello amarillo chillon, dio un asentimiento con emoción, y los primeros profesionales empezaron a aparecer. El público grita sus nombres y ellos sonríen de punta a punta. El dos pasa con la mirada en alto, como si fueran los mejores del lugar, la gente enloquece ante esa actitud. Los del tres se notan más intimidados, saludan con timidez aunque el público no tiene la misma euforia con ellos. Caesar relata lo genial que lucen todos y remarca el potencial que ve como vencedor en cada uno. Los del cuatro se hacen presentes y no puedo evitar pensar en la cantidad de patrocinadores que tendrá su tributo masculino, es muy atractivo. Detrás de ellos salimos nosotros, la sonrisa de Charles aumenta el triple cuando escuchamos los gritos enloquecidos del público.

Los chicos en la pantalla no pueden compararse con nosotros en realidad. Ellos se ven imponentes, sin miedo y con un aura salvaje, tan amenazantes que me sorprende. Theodore y yo realmente no somos más que dos niños asustados y obligados a tener una fe ciega en nuestras habilidades. Columbae se lanza a abrazarme y por unos segundos me siento muy perdida, vuelvo a mi cuando ella se separa y alcanzo a escuchar a Claudius mencionar que somos los favoritos del capitolio por mucho. Causamos la sensación que nuestros mentores buscaban y que nosotros necesitamos. Damon no tarda en avisarnos que recibió una llamada de un muy importante patrocinador interesado, un ministro de no sé que.

—¡Lo hicimos! —Exclama un emocionado Theodore, quien comienza un abrazo grupal del que intento escapar pero Charles me obliga a unirme de un solo jalón. —Vamos a vivir, Ly. —Me susurra en el oído.

Un sentimiento de tristeza me inunda por completo. Ahora sé que mis intentos por parecer fuerte son inútiles cuando, en el mejor de los casos, muera en la arena y no vuelva a verlos jamás. No podré reírme del cabello despeinado de Damon por las mañanas, ni pelear con Charles por su mentalidad privilegiada, no volveré a desayunar con Columbae ni a hacer pijamadas con Theodore.

Entonces, por primera vez experimento lo que en realidad es el miedo. Estoy jodida y completamente asustada.


*


Otra noche en la que me escapo de puntillas a la terraza del edificio, pero esta vez en cuanto llego veo la silueta de espaldas del que ya sé es el mentor del cuatro. Las advertencias de Damon me gritan que debería darme vuelta y volver a la cama —pero, como siempre, no acato las órdenes que debería— así que me acerco unos pasos en cuanto él se da vuelta para verme, una sonrisa decora su rostro antes serio.

—Parece que el destino quiere que nos encontremos.—Comenta mientras me siento a su lado. —Debo admitir que me sorprende el que tus mentores no estén vigilandote las veinticuatro horas del día.

—¿Por qué harían eso? —Le pregunto tan rápido como habla.

Finnick suelta una risa burlona y se acerca más a mí. —Bueno... supongo que querrán cuidar a sus tributos tesoro.

Y allí esta de nuevo. La forma en la que hablan de nosotros como si fuéramos objetos que pueden manejar —aunque de cierto modo, claro que pueden—. Quizá no me asombra de gente que nació en el capitolio y jamas tuvo que preocuparse por nada, pero si que es una decepción que hasta las personas de distritos lo hagan. Pienso en cuanta razón podría tener Theodore; ganar los juegos y las fortunas del capitolio seguro te convierten en un insensible más.

—No somos un tesoro. En realidad, somos personas, como tú, en caso de que lo hayas olvidado. —Puedo ver como sus cejas se elevan y el arrepentimiento cruza su rostro. —Bueno, sin las comodidades que manejan todos aquí, pero seguimos teniendo sentimientos y alma.

Finnick tarda unos segundos en responder, pero cuando lo hace su tono cambia por completo, sin rastro de diversión en el. —No quise decir eso, sé lo que sientes, lo que todos sienten, yo pasé por lo mismo. —Su sinceridad me hace sentir culpa, pero mantengo muy bien mi fachada inquebrantable. —Solo buscaba que sepas que todos están hablando de ustedes.

—¿Eso es bueno?

—Si lo mantienen, les servirá para la arena. —Traga en seco y sus ojos pierden por un momento ese brillo coqueto que busca caracterizarlo. —Después, deberán pagarlo.

—No suena muy esperanzador. —Soy sincera, Finnick rodea los ojos divertido.

—Guarda ese humor para la entrevista. —Se acomoda mejor en su lugar y se gira por completo hacia mí, quedando frente a frente. Entonces estamos incluso más cerca que antes. —No quiero que pienses que quiero aprovecharme del momento, de ninguna manera... solo que de verdad creo que Jake, el chico de mi distrito, es una muy buena opción para una alianza,si es que estás buscando una.

Maldito Damon y sus estúpidas advertencias.

—¿Para que después pueda matarme tan fácil como a un maniquí? no, no estoy interesada.—Digo con gracia. Odio admitir que mi mentor tenía razón, pero es así como lo siento.

¿Ofrecerme una alianza sin siquiera conocer mis habilidades? no suena como nada más que una estrategia para eliminarme tan rápido como comiencen los juegos.

Finnick parece adivinar en lo que pienso porque se aleja un poco, poniendo espacio entre ambos. —No tienes que aceptar ahora, pero él me pidió que lo intentara, de todas formas deberías verlo en los entrenamientos. —Después de eso, un silencio tenso llena el lugar y ambos nos quedamos viéndonos sin decir alguna palabra.

Theodore y yo siempre habíamos sido el mejor equipo, pero no puedo ser tan tonta para comparar el pelear en la primaria contra niños molestos con una maldita batalla a muerte. De la misma manera recuerdo que las alianzas se rompen tan fácil como un cristal, sin confianza ni lealtad, solo supervivencia.
¿Y si la arena es un noventa por ciento agua? somos muy buenos nadando, pero seguro que no podría pescar o manejar nudos como un chico del cuatro.

Finnick rompe el silencio incómodo, y a la par, esfuma mis pensamientos. —Como mentor, mi prioridad son mis tributos... pero, si alguno de ellos no pudiera ganar, quiero que sepas que mi entera confianza está puesta en ti.

—¿Por qué? —Le pregunto y puedo escuchar a mi mentor en mi cabeza diciéndome que no confíe en él ni en nadie.

—Tienes algo que, por desgracia, me lo confirma. —Su mano se acerca a la mía hasta casi rozarla, pero se detiene y no lo hace, yo tampoco me atrevo a tocarla. —Por un lado desearía que no lo hicieras, porque la vida que te espera después será mil veces peor, pero mi lado más egoísta quiere que lo hagas, que vuelvas con vida y veas con tus propios ojos el mar de mi distrito.

Dice tantas cosas en tan poco tiempo que solo me limito a quedarme con la última parte, ya habría tiempo para pensar en lo demás. —Solo si tú visitas el cinco.

Finnick sonríe hasta que sus ojos casi desaparecen, como un niño pequeño y creo que podría morir de ternura aquí mismo. —Entonces es una promesa.

GODDES OF THUNDER, finnick odairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora