CAPÍTULO 6

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Louis aterrizó en San Francisco dos semanas más tarde. Era jueves, rozando el mediodía, y acababa de instalarse con Cynthia en el mismo hotel que su empresa solía reservarle cuando tenía que pisar esa ciudad por trabajo. Esta vez; los gastos corrían por su cuenta y las habitaciones eran dos.

Quedaron en que se reunirían en la de Cynthia, así que le escribió a Harry para avisarle de que habían llegado y le envió la ubicación del hotel. Él no le respondió hasta pasadas las dos —justo la hora a la que le había dicho que salía del trabajo— y le aseguró que estaría allí en veinte minutos.

En ese momento, sacó de su mochila la carpeta llena de papeles y se marchó a la habitación de Cynthia, a dos puertas de distancia de la suya. Ella le abrió con unas gafas de vista sobre su nariz, y un outfit completamente diferente al que había llevado en el avión.

—Me dejas por los suelos —le dijo, echándole un vistazo a la camisa de seda blanca que caía con gracia sobre sus hombros.

Ella soltó una risa.

—No vas muy mal. —Le hizo un gesto despreocupado con la mano; Louis discrepó con una mueca. Se había molestado en quitarse el chándal y ponerse unos vaqueros de puro milagro—. ¿Has hablado con él?

—Sí, acaba de salir del trabajo. Me ha dicho que tarda veinte minutos.

Cynthia asintió, aceptando la carpeta de Louis en cuanto se la tendió. Se acercó a la mesita —ya repleta de papeles— que adornaba una esquina de la habitación, y mientras comenzaba a ordenarlos le echó una mirada de reojo.

—¿Estás nervioso?

Se lo pensó.

—Estoy intrigado.

—Normal. —Asomó una sonrisa—. Lo estoy hasta yo.

Louis rió un poco, tomando asiento en una de las sillas y echándole un vistazo desinteresado a todo el papeleo. Conforme fueron pasando los minutos, la intriga se convirtió en una ligera inquietud.

Se dijo a sí mismo que estaba justificado. Los ligues de una noche normalmente se quedaban en eso; una noche. Sin reapariciones estelares cinco años más tarde y papeles de divorcio en una habitación de hotel.

Aquello era surrealista, y cualquiera estaría inquieto en su lugar. Aunque quizás no hasta el punto de sobresaltarse en su asiento cuando escuchó tres golpes en la puerta. Cynthia se rió abiertamente de él, con los labios curvados en media sonrisa.

—¿Abres tú? —le preguntó; Louis asintió despacio.

—... Abro yo.

Tomó aire y se levantó, caminando hacia la entrada con el corazón un poquito agitado. Abrió la puerta como quien quitaba una tirita; evitando pensarlo dos veces.

Tuvo que haberlo hecho. Tuvo que haberse preparado un poco, porque estaba más que seguro de que puso en él la misma mirada que aquella noche en el Caesar's.

Ya no tenía el pelo largo, pero vio el fantasma de sus rizos en aquel mechón ondulado que se balanceaba frente a sus ojos verdes. Ojos que ya no estaban puestos bajo luces de neón, pero que a él parecía que brillaban igual.

—Hola. —Dos hoyuelos enmarcaron su sonrisa.

«Tú espérate a verle la cara y ya me cuentas». Las palabras de Luke resonando en su mente no le dejaron seguir analizándolo. Le devolvió la sonrisa como pudo. Controlando las miradas; evitando ser demasiado obvio.

Carraspeó.

—Hola. —Se echó a un lado—. Pasa.

Le siguió con la mirada mientras él se adentraba en la habitación, dejando un rastro sutil del perfume amaderado que llevaba. Tampoco pudo pasar por alto el hecho de que iba en traje, y —para complicarle un poco más la vida— llevaba la chaqueta abierta y un par de botones de la camisa desabrochados.

Vegas LightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora