Capítulo 16

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Habían pasado dos meses desde la última vez que Harry supo algo de Louis, porque Louis nunca volvió a llamar a Harry, y porque Harry nunca se atrevió a llamar a Louis.

Porque la sentencia ya era firme; estaban divorciados y no había absolutamente nada que les atase al otro. Harry había seguido adelante con su compromiso, y Louis había seguido adelante con su vida.

Las cosas estaban tomando el camino que tenían que tomar, el camino que trazó desde un principio porque se suponía que esto era lo que quería; divorciarse cuanto antes y casarse con su prometido.

Pero también se suponía que a esas alturas ya tendría que haberse olvidado de la existencia de Louis, que debería estar demasiado preocupado con los preparativos de su boda como para siquiera pararse a pensar en él.

Pues no.

Porque su cabeza se había quedado en Las Vegas. Sin importar lo mucho que intentaba traerla de vuelta, sin importar cuánto luchaba por enfocarse en sus asuntos pendientes en lugar de en los que ya estaban cerrados.

Si pudiera dejar de pensar en él, si pudiera ignorar esa molestia constante en su pecho cada vez que le recordaba sin querer, si simplemente pudiera arrancarse las ganas de saber algo de él, juraba que lo haría.

Porque lo estaba pasando muy mal.

Desde el principio supo que Louis no iba a llamar, que no iba a querer saber nada, y que no iban a volver a verse. Pero Harry era tan terco, que se había ilusionado de todas maneras, se había guardado las esperanzas y ahora se estaba frustrando.

Había trabado mucha amistad con Niall últimamente, porque ahora más que nunca Harry frecuentaba el club, y Niall siempre se aseguraba de hacerle un hueco en su apretada agenda para sentarse a charlar con él.

Como consecuencia, ahora Niall sabía más que todo el mundo. Más que sus amigos, más que su familia, y definitivamente más que Elliot. Sabía incluso más que el propio Harry.

—Así que él sigue sin llamarte, tú sigues sin admitir que quieres llamarle y... Elliot sigue eligiendo entre narcisos y tulipanes para la boda.

Esa vez estaban sentados frente a frente en una mesa de la terraza exterior del club. Niall bebía tranquilamente una cerveza; Harry también, pero sin alcohol.

Y no sabía exactamente de dónde había salido tanta confianza entre ambos, hacía unos meses solo se saludaban brevemente si coincidían por casualidad en el club, y ahora si Harry iba al club era precisamente para verle a él.

Pero es que Niall daba muy buenos consejos, y Harry necesitaba hablar con alguien para no acabar reventando.

—¿De qué me serviría llamarle, Niall? —le preguntó, arrugando sus cejas en una expresión insegura—. Ni siquiera sabría que decirle, porque... tampoco sé exactamente qué quiero de él.

Niall soltó una sutil risita sarcástica, ladeando su cabeza y clavando en él la mirada más escéptica que le habían echado nunca.

—¿De verdad no lo sabes? —cuestionó, arqueando una ceja—. Has pasado los dos últimos meses pensando en él y dudando de tu propio compromiso, ¿y no sabes lo que quieres de Louis?

No pudo evitar voltear su cabeza hacia el campo para escapar de su mirada. Alcanzó a ver a su prometido a lo lejos; Elliot acababa de empezar un juego y se encontraba apoyando su peso en un palo de golf mientras observaba alegremente como Andrew se colocaba frente a una pelota y se preparaba para tirar.

De entre los labios de Harry se escapó un suspiro frustrado. Arrastró sus dedos por los enredos de su pelo y apartó la mirada de Elliot.

—No estoy... no estoy dudando por Louis —masculló torpemente—. Estoy dudando porque Elliot y yo no estamos bien, y porque él ni siquiera se está dando cuenta.

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