CAPÍTULO 12

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El silencio entre ellos no era incómodo, pero tenía a Louis aferrando las manos al volante como si estuvieran sometiéndole a algún tipo de tortura. De vez en cuando se miraba los nudillos y aflojaba el agarre al verlos blancos. Luego echaba un vistazo de reojo y, aunque Harry estaba atento a la ventana, la simple curva de su mandíbula le hacía tensarlos de nuevo.

Devolvió la mirada a la carretera al verlo girarse de repente. Los ojos de Harry se quedaron clavados en su perfil, un segundo; dos. Al tercero, no pudo evitar echarle otro vistazo rápido e inquisitivo. Lo vio ladear la cabeza.

—Estás muy callado.

Louis sonrió a medias. Lo que estaba era intentando no estamparse contra un poste. Toda habilidad de conducción se había marchado por la puerta tal como él había subido a ese coche, y las vidas de ambos peligraban en sus manos.

—No tengo mucho que decir.

Aunque tenía cosas de sobra que preguntar.

Sabía que había pasado algo, y no podía fingir que no quería saberlo. Pero había perdido el derecho a entrometerse desde el momento en el que tomó la decisión de ser un libro abierto a su alrededor. Ya le parecía suficiente estar llevándolo a su casa, teniendo en cuenta el contexto.

—Bueno —dijo Harry—. Yo sí que tengo que darte las gracias.

Sacudió la cabeza con calma.

—No me las tienes que dar.

—Claro que sí. Aunque sea por haberte hecho venir a por mí a estas horas.

—No me importa. Me gusta conducir.

—¿Sí? Te noto un poco tenso.

Louis exhaló una risa endeble, apoyando la cabeza contra el respaldar. Iban a ese poste de cabeza.

—La gente conduce como el culo —masculló—. Es imposible no estar tenso.

Harry emitió una risita, pero devolvió la vista al frente sin agregar nada. Él se limitó a respirar hondo.

Luke iba a decirle un «te lo dije» como una catedral. No era como si le hubiera hecho caso directamente a su idea revolucionaria; las cosas habían surgido y el favor estaba justificado, pero eso no quitaba que el resultado siguiera siendo el mismo.

Invitación deliberada o no; lo estaba llevando a su casa. Y a él le estaban empezando a sudar las manos.

Carraspeó. Necesitaba salir de su propia cabeza antes de verse tentado a saltarse algún semáforo.

—¿Te dan miedo los perros? —le preguntó.

Harry ahogó un grito, dándole un golpecito suave en el brazo que casi le llevó a pegar un volantazo.

—¡No me acordaba! ¿Lo voy a conocer?

Louis apretó una sonrisa divertida; aunque no especialmente relajada.

—No te dan miedo, por lo que veo.

—Qué va.

—Mejor. Porque te devolvería a ese hostal antes que encerrarlo por ti.

Harry soltó una risita.

—Lo vería justo.

Louis se lamió la sonrisa de los labios. Al mismo tiempo, su teléfono comenzó a vibrar con furia junto a la palanca de cambios. No necesitó echar más que un vistazo para saber de qué se trataba.

Ahí estaban Luke y todos sus «te lo dije».

Por mucho que lo intentaba, no era de naturaleza reservada cuando se trataba de sus amigos. Les había contado el pequeño cambio de planes tan pronto como había surgido, haciendo especial hincapié en la palabra favor, incluso si con ellos no podía enmascararlo como tal.

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