—¿Cuánto te has gastado?
Harry no creía haber escuchado bien. A la cifra que acababa de salir de la boca de Elliot tenía que sobrarle algún cero.
Su novio gesticuló hacia la enorme caja de Amazon que ocupaba el recibidor.
—Estaban a muy buen precio —dijo. Parecía más preocupado por justificarse con éxito que por haberse gastado más de mil dólares en unos palitos de metal—. Si entendieras de golf también te parecería una ganga.
—Nada que cueste más que el alquiler de este piso es una ganga, Elliot.
—Pero–
—No —le interrumpió—. Los vas a devolver.
Elliot le miró ofendido.
—Nadie devuelve unos Callaway.
—A lo mejor es porque nadie que no pueda pagarlos los compra en primer lugar.
—Están pagados.
—Genial, entonces coge unas sábanas y ve construyendo un fuerte con ellos, porque es todo lo que nos vamos a poder permitir el mes que viene.
Elliot sacudió la cabeza, despreocupado. Casi tomándoselo a broma.
—No te pongas extremista.
—¡¿Qué no me ponga...?! —Inspiró, pellizcándose el puente de la nariz—. No pienso tirar de mis ahorros otra vez, Elliot.
—No te estoy pidiendo que lo hagas.
—Es que no es algo que pidas, es algo que me obligas a hacer cada vez que compras algo sin consultarme.
—¡Pero siempre te lo devuelvo!
—¡¿En cuantos plazos, Elliot?! ¡Porque ese reloj que llevas en la muñeca me dejó sin coche dos meses! —Elliot abrió la boca, pero Harry no se había quedado tranquilo—. Mis ahorros son para emergencias, no para avalarte los caprichos.
Elliot inspiró, apretando los labios.
—Está bien —dijo, rendido—. Lo hablaré con mi padre.
—¡¿Cómo que...?! No. —Le señaló—. Tu padre ya se ha ofrecido a pagarnos la boda. No puedes pedirle más.
—¡Sería un préstamo! Este mes me dan la paga extra y...
—Dios mío... —Resopló, echando un vistazo hastiado al techo. Por la forma en la que Elliot le estaba mirando, supo que hoy no iba a ser el día en que entrara en razón. Y Harry ya se había cansado de discutir—. No vas a devolverlos, ¿no?
Elliot chasqueó la lengua.
—Es que puedo pagarlos. Solo necesito–
—Genial —le interrumpió—. Haz lo que te dé la gana, entonces. Pero a mí no me mires. Y más te vale pagarme tu parte del alquiler este mes, Elliot.
No se quedó a escuchar su respuesta; dio media vuelta y se encerró en el baño. El día había sido muy largo, y le urgía quitarse el puñetero traje en el que llevaba embutido desde las nueve de la mañana.
Se metió en la ducha echando humo. Le quemaba la sangre lo terco que aquel hombre era capaz de ser cuando quería algo y lo mucho que le costaba aceptar que no siempre podía tenerlo todo. Ya estaban viviendo bastante por encima de sus posibilidades por culpa de ese piso en pleno centro que se le antojó cuando decidieron mudarse juntos. El club de golf tampoco era precisamente barato; ni el coche que se había comprado hacía menos de un año y que iba a estar pagando hasta su jubilación.
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Vegas Lights
Fiksi PenggemarEs el vigésimo primer cumpleaños de Harry y sus amigos deciden llevarle a Las Vegas. Por supuesto que se casa con un desconocido y por supuesto que le olvida a la mañana siguiente. Lo recuerda cinco años más tarde, cuando tiene un anillo de compromi...