𝒰𝓃𝒶 𝓃𝓊ℯ𝓋𝒶 𝓋𝒾𝒹𝒶 [𝒥ℯ𝓃𝓁𝒾𝓈𝒶]

Cap 37

NARRADOR

Era viernes, los últimos días el pelinegro había estado tratando de evitar cómo antes a Minho o en realidad estaba tratando de evitar la tentación que sentía, había estado ansioso últimamente.

Pero ya ni siquiera podía seguir evitándolo, en cuanto salió de la universidad se acercó a Minho muy en contra de lo que su subconsciente le decía llegó hasta él diciéndole lo que quería en el oído y este sonrió complacido entrando a su auto seguido del pelinegro.

Mh: entonces ¿quieres lo mismo de la otra noche?

Lc: pues si, es lo único que conozco ¿cuánto quieres?

Mh: diez mil wones y por ser tú te doy todo un frasco

Lc: bien- saco su billetera y su contrario un frasco de pastillas ibuprofeno

Mh: están ahí para no levantar sospechas, ya sabes- el pelinegro asintió y salieron del auto- si necesitas más sólo llámame- dijo con una sonrisa

Lc: bien, pero esta será la última y primera vez- salieron del vehículo luego de que el pelinegro metiera el frasco en su mochila

Mh: por cierto, mañana los chicos y yo iremos a una pelea clandestina ¿no te gustaría venir? Son geniales

Lc: no gracias, tengo planes para este fin de semana

Mh: bueno, tú te lo pierdes, suerte con tus planes- sin más el pelinegro se dirigió a su auto y se puso en marcha hacia su departamento

Estaba más que ansioso por llegar, se decía a sí mismo y estaba convencido de que solo era por esta vez, se repetía que será la última vez y que solo era para volver a experimentar lo que había sentido en la fiesta y por curiosidad, ¡no era ni sería adicto a estas pastillas!.

Al llegar a su departamento dejó su mochila sobre el sofá sentándose a un lado y sacó el frasco de la mochila mirándolo, por su cabeza pasaban miles de ideas, una parte de él le decía que respetará sus valores, siempre dijo que jamás haría eso pero la otra lo incitaba con fuerza a experimentar y aunque no lo quería siquiera admitir, esa pequeña parte también le decía que lo necesitaba para sentirse bien, para quitarse la necesidad que había estado sintiendo desde la primera vez que Minho se la puso en la bebida sin que se diera cuenta.

Saco una de las pastillas del frasco y la detalló con la mirada, lo único que notaba diferente en ellas es que eran rositas, soltó un suspiro y tomó una dejando el frasco de lado y se la metió a la boca tragándola luego se recostó en el sofá esperando que hiciera efecto pero solo bastó un minuto cuando cerró los ojos y todo empezó a darle vuelta al igual que la primera vez.

Era una sensación que le agradaba mucho, una sonrisa se formó en su rostro mientras empezaba a sentirse en las nubes, como si estuviera lejos escuchó su teléfono timbrar una y otra vez pero estaba tan perdido que ni siquiera supo si el teléfono realmente estaba timbrando.

Ni siquiera sabía qué eran esas pastillas solo que eran drogas pero estaba increíblemente conforme con sus efectos, le encantaba la forma en la que se sentía, se sentía bien y tranquilo, como si su cerebro estuviera fuera de este mundo, todas sus preocupaciones desaparecían y era lo que más le estaba gustando.

Pasaron horas en las que dio vueltas por todo el departamento, saltando, subiendo a los muebles, las escaleras hasta su habitación y volvía a bajar, ahora la música incluso sonaba en todo el lugar, se había metido a la cocina asaltando todas las chucherías, cervezas y todo lo que estuviera en el refrigerador que no necesitase cocción para comerse.

No supo ni cuánto tiempo pasó pero se despertó en el sofá sin camiseta, descalzo y con el cierre de sus pantalones abiertos dejando los mismos hasta la mitad de su trasero, le dolía un montón la cabeza, incluso más que en las mismas resacas normales que solía tener, quejándose miró el desastre de latas de cerveza, envoltorios de chucherías, comida a medio acabar, el refrigerador abierto y con su contenido tirado delante de él, restregó su rostro y caminó hasta este tambaleándose tanto por el dolor terrible de cabeza que tenía como por lo somnoliento que aún estaba.