Murder on the dancefloor

No te puedo sacar de mi cabeza

Kim Taehyung es un hombre que deja embobado a cualquiera, se distingue por su apariencia divina, como si fuera dios griego de la belleza, por su carácter encantador y su coquetería. Tiene una cadena de  clubs llamados "Blue"  y su fortuna crece cada día más. A sus veintiocho años ha acumulado millones y millones de dólares y siempre es acompañado por su secretario privado Park Jimin y sus dos escoltas, Junhyuk y Jae-Beom, tiene dos hijos  el menor Dongpyo, este fue adoptado por él cuando este tenía once años, ahora tenía dieciséis y el otro  hijo tenía  diecinueve años llamado Jungkook. 

Sucede  que Kim Taehyung creció desde que tenía un año en un Orfanato llamado "Nuestra Señora de Lourdes", era un niño diferente a los demás mientras a los huérfanos  les parecía un demonio, para las hermanas era un ángel que entonaba las canciones más hermosas para Dios. Estudiaba con en la escuela del orfanato y todos se maravillaban con su amabilidad, encanto y sabiduría, él soñaba con poder ayudar a muchos niños como él, pero algunos le decían que un huérfano no podría hacer nada de eso. 

Taehyung se destacó en judo y en arco, pero cuando a los catorce años puso un anunció en la Dark web diciendo que podía asesinar a cualquier hombre o mujer criminal sin que lo descubrieran por una cantidad de cien mil dólares por cabeza si sabían su ubicación y quinientos mil si él debía ubicarlo. No lo decía de la boca para afuera, Taehyung podía hacer lo que deseaba con sus habilidades. Pero ¿Por qué había escogido esa vida? Simple, la mayoría de las desgracias llegaban por personas corruptas, violentas y dementes, deshacerse de ellas era la mejor opción. Así nació Vante, quien después de catorce años era el asesino más buscado por la policía y el servicio secreto, pero nadie poseía datos de él. 

Así que gracias a muchos criminales enviados al otro mundo le habían dado a Vante dinero y a Taehyung la posibilidad de conseguir sus sueños. Cuando cumplió los dieciocho creo documentos donde un hombre, al que había contratado, le dejaba una herencia, este trabajaba para él en los club que oficialmente pasaron a su administración. Así a los diecinueve conoció a Jungkook un chico inteligente y listo, tenía diez años y se ganó su corazón, lo adoptó y le dio todo lo que a él le faltó.

Taehyung era conocido como el dios de la noche, pues sus club eran un paraíso para las almas nocturnas que deseaban diversión. Su cabellera rubia y su tez magnifica le daban un encanto sobre natural. Así que cuando llegaba a los clubs y bailaba en la pista todos quedaban embelesados, amantes había tenido varios, pero gracias a sus hijos solo duraban dos meses. Ambos veían a su padre como el mejor hombre y ninguno sabía de su otro trabajo, solo sus escoltas y su secretario. 

Ese día llegó al club y decidió bailar, pero no contaba con que sus hijos estaban en ese lugar. Además de otra persona que le volvería el mundo un desastre. ─ Estén alertas, espero la visita de una persona importante. 

─ Sí, jefe. 

─ Taehyung, iré por un trago. 

─ Ok Jimin... Ten cuidado con los idiotas. ─ Jimin sonrió y dejó a su jefe en la pista de baile, este se movía al ritmo de la música disco pop. No faltó la chica que se acercara demasiado y empezara a moverse con él. 

Mientras en la zona VIP, Hoseok, un joven maestro de baile, estaba con sus amigos y uno de sus estudiantes quien le había invitado al lugar, como era su cumpleaños había aceptado. Tenía veintidós años y trabajaba en la academia de danza de su amigo Kim SeokJin y su esposo Kim NamJoon, ambos de veintiocho años,  estos le tenían mucho aprecio, además junto a él estaban Min Yoongi y su novio Jackson, este hacía lo que Yoongi le pedía y a Hoseok le fascinaba aquella relación, Min era su mejor amigo y quien le había motivado a seguir su sueño de bailar. 

─ Profesor Hoseok... ¿Le gusta el ambiente? ─ Le preguntó su estudiante Jungkook, este presumía que aquel club era el mejor. Hoseok se había sorprendido en la forma en que todos los empleados hacían lo que Jungkook decía. ─ Le dije que...