Capítulo 10

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-... niño, ve a molestar a alguien más. - Le dio la espalda, por tercera vez.

Miró a sus acompañantes de reojo, específicamente a Mipha. Había tratado por las buenas, tres veces. Había sido bueno, había sido educado. Lo intento.

- No lo dañes mucho, necesitas que vuele. - Gracias a las diosas por entender Mipha, gracias.

Con la aprobación innecesaria, pero que igual quería, y el recordatorio de que no podía inutilizar a su medio de transporte improvisado, se abstuvo de chasquear los dedos. Provocaba, provocaba solo descargar toda su ira en el idiota pajarraco gigante...

En su lugar sacó su arco y se aseguró de utilizar flechas incendiarias a pesar de los gritos de que no lo hiciera. No usaba las explosivas porque ya tenía planes con ellas, pero iba a asegurarse de dejar su marca en el lugar para que el idiota pajarraco jamás pudiera olvidarlo. No era un niño, no era un chico jugando, no era un confiado, no era un simple don nadie.

En lo que sintió como un pestañeo se quedó sin flechas, pero no era así porque su pulso era acelerado y su respiración también. No miró para asegurarse si había dado en el centro o no, sabía que les había dado, y se cruzó de brazos, esperando que iba a decir ahora el idiota suicida que era su boleto de ida al ave mecanica gigante que prometía una pelea que no se quería perder. Y un nuevo-viejo amigo. Detalles.

- Ya... veo... - Un pico abrió y se cerró varias veces, mirándolo a él y a los blancos de los cuales no quedaría nada. - Podrías haber...

Lo demás que siguió no lo escucho.

°•°•°•°•°•°

-... veo, muchas gracias. - La enfermera asintió y se despidió, dejándolo con un muchacho que debió de pensarlo mejor antes de hacer lo que hizo.

Le había colmado la paciencia, se recordó con una mueca. Había sido perfectamente civil, amable incluso, pidiendo que lo llevará a la bestia sagrada. Varias veces. No iba a llevar a nadie, era demasiado arriesgado, especialmente para alguien que no podía volar. Y si no sabía usar un arco mucho menos, sería una pérdida de tiempo, un riesgo mayor que no estaba dispuesto a tomar.

Y ahora aquí estaba, con su esposa y su hijo. Ninguno estaba muy feliz, por distintos motivos.

- ¿Estará bien? - Cuando su hijo saliera de la vista, su esposa no dudaría en decirle lo que estaba en su mente.

- Estará más que bien si sigue las indicaciones del médico. - La pregunta es si el chico tendría la paciencia. Estaba decidido a subir sobre la bestia sagrada.

- Pero no tiene plumas. - Por supuesto que no, no era Rito.

- Tureli, es un hylian. Ellos no tienen plumas, ¿recuerdas? - Era un pequeño-

- Pero tiene armadura, ¿ven? - Ah, la mayoría de los hylians que llegaban aquí no venían con... oh...

- El hecho de que tenga una armadura no quiere decir que...

Lo que decían pasó a segundo plano, pasó a ruido de fondo. Sus ojos, su mente, estaba viendo con detalle lo que había pasado por alto todo el día.

- Asegurate de que tenga la mejor de las comidas, ¿si cariño? - No podía ser... - Tureli, trata de no molestarlo. - Porque si esto era lo que creía que era... - Vuelvo en un par de horas, necesito ver algo. - Urgentemente.

Las leyendas eran solo eso, leyendas.

Pero no creía que fuera solo casualidad que un hylian apareciera con una armadura demasiado llamativa y lejos de ser lo que uno esperaría de su raza.

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