Si alguien le hubiera dicho que el caballero asignado a ella, aparte de ser la última persona que hubiera deseado ver en su vida, era un idiota, no le hubiera creído. De hecho, probablemente nadie. Entre perfecto y una estatua, y ella se iba por la segunda opción. Viéndolo ahora, tampoco creía que fuera un idiota, pero le daría un par de minutos para debatir la veracidad del comentario.