Capítulo 37 E

162 28 9
                                    

Iba a ir con Siete a la cafetería cuando alguien me tomó y me arrastró al gimnasio.

-Tenemos que hablar -era Steve. Se veía muy cansado, pálido y con ojeras.

-¿Qué pasó? -pregunté. Era el primer día de clases apenas.

-Necesito que lo hagas comer -exigió.

-¿Hacer comer a quién? -cuestioné.

-¡A Siete! -se veía muy frustrado -lleva 13 días sin comer nada, apenas y toma agua.

Eso me cayó como balde de agua fría. Hace trece días le dije que no había opciones para quedarse con la custodia de Once. Es mi culpa.

-¿Por qué dejó de comer? -pregunté atento.

-Según el veterinario los gatos son anoréxicos por preferencia -se pasó la mano por la cara -puede ser desde cáncer hasta estrés. Dijo que solo podían vivir tres semanas sin comer.

-Ya empezó la tercera... -pensé en voz alta mientras el miedo y la angustia me carcomían.

-Nos dió una crema -comentó -ayer cuando lo vimos... si es estrés debería hacer que coma.

-¿Y por qué no se la han dado? -cuestioné ansioso.

-Funciona como una droga para los gatos y es extremadamente dañina para las personas -afirmó con lágrimas en sus ojos -no sé cuál efecto le hará o si se van a cancelar -se agarró el pelo en desesperación -podría matarlo si le afecta como a las personas, pero va a morir de hambre si no hago nada y cada noche pienso que podría ser la última e incluso dejó de tomar agua y ya no sé qué hacer.

Mi cuerpo estaba tiritando del miedo a que él tenga razón. Y yo estaba de vacaciones...

-Mi última esperanza eres tú -me miró -por favor, no pido que coma mucho de inmediato, solo que lo haga.

-Lo haré -afirmé de inmediato y salí hacia el comedor donde se encontraban limpiándome las lágrimas antes de entrar.

Abrí la puerta y mis ojos de inmediato viajaron con mi novio quien hablaba con mi mejor amigo.

Sé notaban sus huesos desde aquí...

Tomé sus comidas preferidas de la cafetería y me senté a su lado.

-Si te digo que alguien le orinó la pierna en la que le había picado la medusa, pero resulta que es solo un mito, debía ponerla en agua caliente y ponerle crema -se rió mi amigo -fué lo mejor.

-¿Aún te duele? -me preguntó preocupado -¿La pasaste bien?

Dios la dulzura y lindura de este chico me van a matar. Pero a la vez es triste notar su columna vertebral detrás de su cuello.

-Sí... -estaba ido. Realmente se ve hermoso, pero se vería aún mejor si estuviera sano y comiendo bien -te traje algo para que compartamos.

Le mostré la bandeja y por medio segundo pude ver sus pupilas agrandarse y relamerse los labios para después morderlos.

Tenía hambre.

¿Por qué te reusas a comer si quieres hacerlo?

-Estoy bien, te lo puedes comer tú -aseguró aunque veía la comida de reojo.

-Entonces yo también estoy bien -alejé la bandeja llamando su atención.

-¿Qué? - me miró sorprendido mi mejor amigo -supongo que esto es algo entre ustedes dos... así que me avisan si a alguno le da hambre después, traigo galletas en mi mochila -se fué con Billy que estaba presumiendo su auto afuera.

-Pero te va a dar hambre después -aseguró mirándome fijamente.

-No voy a comer hasta que tú no comas aunque sea este pudin -se lo mostré -algo te pasa. Siempre te digo que no necesitas decírmelo, pero estaré contigo y no voy a aceptar que descuides tu salud.

-No es necesario -le ví más firme -te vas a lastimar.

-Al menos cinco cucharaditas -exigí -en la tarde otras cinco y así hasta que te vayas sintiendo mejor para comer más.

-Por favor come -pidió.

-No hasta ver las cinco cucharaditas y que no las vomites -no me iba a dejar doblegar.

-No tengo hambre -eso era una clara mentira.

-Entonces yo tampoco -me acosté sobre la mesa apoyado en mis brazos finjiendo no verlo.

Él se quedó mirándome y luego al pudín un largo rato.

Suspiró y me tocó el brazo para llamar mi atención.

-Lo haré -afirmó -pero solo si tú te comes tu comida después.

-Trató hecho -sonreí.

No era mucha cantidad, pero era un comienzo.

Con cara de asco tomó la cuchara de té y sacó del postre a base de leche.

Ni siquiera lo mascó, en tanto tocó el interior de su boca se lo tragó haciendo muecas.

Así fué una a una hasta que las cinco habían sido tragadas. A lo que él se paró para irse.

-Voy al baño -su cara me decía que vomitaría el escaso alimento.

No podía dejar eso pasar, así que lo detuve tomando su mano mientras me paraba y cuando volteó a ver lo que sucedía, lo besé.

Me daba igual quién viera o qué dijeran. En ese momento el que no vomite la comida era lo más importante para mí.

Él me siguió el beso dos segundos, pero al separarnos pude apreciar su cara de sorpresa.

Se veía muy tierno.

Necesito solo veinte minutos para que no pueda vomitar lo que ingirió, no a propósito al menos.

El comedor estaba en silencio hasta que un grito de celebración se escuchó.

Al volterme pude ver a Wilbur desde la ventana gritando y aplaudiendo.

Antes de que nadie más dijera algo me llevé a Siete aún procesando lo que hice hacia algún lugar más privado.

Llegamos a las canchas deportivas y nos sentamos al lado de uno de los postes de fútbol americano.

-Pensé que te importaba lo que dijeran -mencionó después de un rato.

Genial, se le olvidó lo de la comida.

-Me importas más tú que lo que sea que puedan decir -afirmé -ya creían que estaba del lado "demoníaco" por jugar "Calabozos y Dragones".

-Entonces te da igual ahora... -me quedó mirando -¿Puedo besarte en la escuela?

Su cara era de emoción pura, tanto que me hizo sonreír genuinamente.

-Puedes hacerlo dónde y cuando quieras -afirmé riendo ligeramente -yo seré feliz.

Él tomó mi cara para plantarme un beso que se vió interrumpido por la campana anunciando el regreso a los salones.

De camino a los salones solo podía pensar en esos besos y en que logré que comiera algo, por poco que sea, es un inicio.

Creado Para EstoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora