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         A veces se me olvida que ser mujer no es fácil.

Hoy es uno de esos días en los que mis hormonas juegan sucio.

A pesar de que me siento fresca por la ducha que acabo de tomar, estoy particularmente irritable el día de hoy.

Me arrepiento por millonésima vez de haberme cortado el cabello a pesar de que la mayoría del tiempo me gusta cómo me veo con este estilo.

Mi melena negra llega hasta la parte donde termina mi cuello y a pesar de que enmarca mi rostro de una manera agradable, hoy me siento como Lord Farquaad.

Hoy no quiero hacer nada más que quedarme en casa a ver Diario de Una Pasión — una película que ya se me de memoria — y zamparme un litro de helado de vainilla.

Quiero quedarme en pijama el resto del día e ignorar mis obligaciones.

Los cólicos son fuertes y me siento inflamada.

Y es aquí cuando me pregunto: ¿Qué hice para merecer esto?

El equipo de baloncesto tenía un gran grupo de admiradoras. Todas habían asistido al juego de ayer.

Todas ellas eran hermosas y tenían unas figuras envidiables.

Pensar en eso no me ayuda en lo más mínimo. Me siento como un Gremlin, como un adefesio de la naturaleza y eso me irrita a niveles estratosféricos, a pesar de que normalmente, la mayoría de tiempo, me siento bonita.

El miércoles por la noche Ronald Horton me trajo hasta mi edifico.

Todo normal.

Solo que eso me había hecho darme cuenta de que hacía mucho tiempo que no tenía un acercamiento de ese estilo con un chico.

Me preguntó si quería escuchar algún tipo de música en específico para el camino a casa, después de decirle que me daba igual, él había seleccionado de su lista Late Night Talking de Harry Styles — Mhmm —. Después me había preguntado cuales eran mis planes al salir de la universidad. Me preguntó cuál era mi deporte favorito y cuando le dije que no me gustaba ninguno, dijo que esperaba que, para el final de la temporada, mi respuesta fuera hockey. Me contó que su intención nunca había sido saltarse todas las clases de nociones de marketing pero que, por alguna razón, algo siempre le impedía llegar a clase.

Que la primera vez, al bajar de su camioneta su pantalón se había roto en la parte de la costura del trasero, así que tuvo que regresar a casa. Para la segunda clase, el suministro de agua de su edificio había fallado y se había quedado enjabonado en la ducha. Para la tercera, se había quedado encerrado dentro de los vestidores de hombres después de entrenamiento. Y así, fue lo mismo con el resto de las clases.

Me hizo reír mucho.

Su vida era una mezcla entre la catástrofe y la dicha de ser uno de los chicos más populares de la BSU.

Cuando aparcó enfrente de mi edificio, se bajó de la camioneta y me abrió la puerta. No fue todo. También me había acompañado hasta la entrada del complejo.

Me dijo que ahora que habíamos conversado, de verdad esperaba verme en su fiesta el viernes.

También me dijo que iba a leer mi primer artículo para la revista y que me daría su punto de vista más crítico en la fiesta.

Suspiro.

Había estado tan concentrada, académicamente y en la revista, en mis objetivos personales, que no había hecho tiempo para hacer amigos. Para conocer chicos.

Hockeyclub ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora