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La luz se cuela por mis párpados, alejándome de mi tan preciado sueño.

            Un gemido me abandona mientras me remuevo en la superficie blanda. No recuerdo la última vez que dormí tan bien y tan cómoda. No recuerdo la última vez que mi cama se sintió así de bien.

            Entierro mi cara en las almohadas, intentando escapar de la luz que entra por la ventana. El día de hoy se sienten más cómodas y acolchonadas que de costumbre. Inspiro profundamente, extasiada por la comodidad que me embarga... El aroma que desprenden y que llena mis fosas nasales es uno que no conozco.

            Es fresco y... varonil.

            Extiendo mi brazo, esperando encontrar mi móvil en la mesita de noche, donde siempre lo dejo.

            Con la cabeza aún sumergida entre las almohadas, no soy capaz de ver a mi alrededor y, cuando mi mano solo logra palpar más de la superficie blanda...

            Mi cama no es tan grande...

            Tanteo a mi alrededor sintiendo lo que parece ser una cama infinita.

            ¿Qué demonios?        

Un ruido me saca de mis cavilaciones.

            Salto en mi lugar aún desorientada mientras intento incorporarme.

            La imagen que me recibe hace que alarma se detone en mi sistema.

            Esta no es mi habitación, tampoco es la habitación que Ed Wes alquiló para mi cerca de la Northwestern University.

            Esta es una habitación que nunca había visto.

            La decoración masculina es impecable, todo está ordenado de una manera en la que mi habitación nunca lo ha estado. Me es imposible no mirar los trofeos que decoran uno de los rincones. Los muebles de aspecto costoso en tonalidades oscuras con libros. La amplia cama con sábanas color azul marino, de algún material que se siente lujoso y suave en la piel.

            Cierro los ojos recordando los sucesos de anoche. Sigo tan aturdida por el cansancio y por el sueño, que me cuesta al principio.

            Pero antes de que pueda llegar al final de mis conclusiones, escucho otro ruido. Uno proveniente de la puerta a mi izquierda, antes de que esta se abra de golpe.

            Mis ojos se agrandan y salto en mi lugar cuando la imagen de Brooklyn Henderson aparece ante mí.

            Brooklyn. Maldito. Henderson.

            El capitán de los Halcones está frente a mí.

            Con nada más que una toalla cubriendo la mitad inferior de su cuerpo.

            Trago duro.

            El vapor que se escapa del baño, donde tan solo hacía unos minutos se estaba duchando, invade la habitación.

            Brooklyn se está cepillando los dientes, apenas afectado por mí presencia. Gotas de agua caen de las puntas de su cabello hacía su torso desnudo...

            Quiero apartar la vista, siento mis mejillas arder por la vista frente a mí y, aún así, no logro redirigir mi mirada hacia otra parte.

            Si esto es un sueño...

            Si esto en verdad es un sueño, casi me odio por no querer despertar de el.

Hockeyclub ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora