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Los vestuarios del equipo de hockey no son como los esperaba por dentro. La sala consta de una habitación con el centro vacío, las paredes que rodean la estancia tienen instalaciones de madera que funcionan como asientos y casilleros a la vez. Todos separados por tablas, no muy grandes, con la función de darle un poco de privacidad a los chicos o de separar los espacios. Sin embargo, parada dónde estoy, en el eje de la sala, puedes verlo todo.

Cada espacio está, de alguna forma, marcado por su jugador. Desde aquí puedo ver las placas metálicas reemplazables, con los apellidos de los jugadores, pegadas en el estante superior correspondiente a cada casilla. El primer casillero a la derecha de donde estoy le pertenece a Shawnee, el goalie del equipo.

Algunos tienen stickers decorando su pequeño espacio. Otros tienen ropa o partes de su equipo de juego a la vista. Busco con la mirada el lugar de Horton. Entorno los ojos, tratando de alcanzar a leer los nombres en cada una de las placas. Lo encuentro en el medio del muro, al fondo de la habitación.

Me acerco para ver qué es lo que el capitán de los Bulldogs guarda en su espacio en los vestuarios.

Grabaron con Sharpie 'Cap' junto a la placa con su nombre. También hay algunas firmas con marcador sobre la madera. Stickers de bulldogs adornan la superficie y también hay algunas partes del equipo de juego de Horton. Tiene un Stick ahí, recargado contra la superficie y algunos jerseys del equipo, al igual que unos patines de hielo desgastados en el suelo.

Estoy perdiendo el tiempo, así que me enfoco. Al fondo, un pasillo amplio lleva a lo que parecen las duchas, donde hay mas casilleros. Esta vez de metal—con la función de guardar cosas— en medio de la sala, y bancos que tapan la parte donde están las regaderas.

            También hay una puerta que, cuando la abro, lleva al pasillo por donde salen los jugadores al rink.

            No encuentro a simple vista la conexión a la oficina del coach con los vestuarios, pero antes de rendirme, sigo caminando hasta donde las duchas. Ahí, hay una ventana polarizada y en seguida hay una puerta con una placa que dice 'Bowman' y un bulldog de caricatura.

            Las comisuras de mis labios se alzan, antes de encaminarme y asomar mi cabeza por la ventana polarizada. No es la oficina del coach, si no algo así como su propio vestidor y al fondo, hay una puerta abierta. La habitación al otro lado de la puerta está iluminada, y desde ahí puedo divisar el escritorio de Bowman y unas manos moviéndose en lo que parece ser un ademán de explicación.

            Sonrío.

            Pruebo lentamente el pomo de la puerta que lleva hacia el vestidor del entrenador. Está abierta.

            Mi corazón golpea violentamente contra mí pecho. Sé que si abro la puerta y está rechina, ellos se darán cuenta inmediatamente de mi presencia aquí.

            Pero desde aquí no se puede escuchar nada de lo que están diciendo.

            Tengo que hacerlo.

            Lentamente, empujo la madera fría hacía el interior. Para mi suerte, no hace ruido alguno. Así que abro lo suficiente como para que mi cuerpo pueda atravesar hacía la estancia.

            Tomo una inspiración profunda antes de por fin adentrarme y, desde aquí, las voces son mucho más claras.

            No me acerco demasiado hacia la salida a la oficina, pero lo suficiente como para alcanzar a ver al coach, que está sentado del lado de su escritorio.

            —... por eso es que necesitamos saber ¿Cuánto más esperaremos? — inquiere una voz neutra. No es el coach, ya que él solo está escuchando. Tampoco es Tristan, reconocería su voz. Debe de ser su padre, a menos de que hubiera alguien más dentro.

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