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—Venga, tú puedes con esto — me animo a mí misma mirando mi reflejo en el espejo del baño.

A estas alturas quiero llorar de la frustración.

Cierro los ojos e inspiro profundamente para relajarme.

Vuelvo abrir los ojos esperando que la imagen frente a mi mágicamente este cambiada y se vea fabulosa, pero no es así.

Mi rostro se contrae en una mueca.

Cepillo mi cabello con más fuerza y casi quiero arrojar lejos ese objeto entre mis manos por la furia que corre en mis venas.

Mi pelo esta hecho mierda.

No tiene arreglo, y ya no tengo tiempo para seguir intentando darle forma de alguna manera.

Normalmente no me molestaría llevarlo como sea que se vea. Pero hoy.

Justo hoy, el único día que tengo que lucir presentable y que todo depende de ello. Justo en este jodido día mi cabello decide decirme:

"Jódete pendeja".

—Diosito, ayúdame por favor — suplico en voz alta —. Te prometo que después de hoy seré buena, rezaré diario. — miento porque de hecho no hay manera de que yo haga eso.

Cepillo más fuerte, trato de darle forma a mi pequeña melena de todas las maneras habidas y por haber. Imito como puedo lo que he visto a los estilistas hacer en videos y películas y nada funciona.

No tengo ni la más remota idea de cómo hacer para estilizar mi cabello.

Y ya no hay tiempo.

Voy tarde — como siempre — y todo parece estar en mi contra.

Quiero ponerme a hacer una pataleta, pero no me sobran los minutos y mi frustración crece si es que es posible estar así de frustrada.

El estrés es grande.

—A la mierda — digo como una loca que habla sola —. Si no te vas a comportar, pues te vas — lo sé, lo sé. He perdido la cabeza.

Estoy amenazando a mi cabello como si eso fuera normal.

Como puedo trato de recoger los mechones cortos en un intento de coleta. Odio este peinado. Lo odio porque siempre he creído que tengo la cabeza medio deforme.

Uso todos los productos a mi alcance — que no son míos, sino de mi compañera de dormitorio, "Gracias Lindsey" — gel, laca para cabello, cera, etc.

No tengo ni idea de si lo hago de la manera correcta, pero si tengo que ir con una coleta relamida para no lucir como vagabunda, que así sea.

Cuando termino me duelen los hombros por la incómoda posición.

Me veo de nuevo al espejo.

Genial.

Parezco un puto huevo.

Esbozo otra mueca de desagrado.

Corro por el dormitorio juntando mis pertenencias para por fin salir.

Corro por el por el pasillo hacia el ascensor y presiono continuamente el botoncito para tomarlo.

Me remuevo inquieta.

¿Por qué tarda tanto?

Miro a todos lados impaciente, la paciencia no es lo mío.

Hockeyclub ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora