La venganza final I

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Camila avanzó a trompicones hacia un rincón del salón que estaba vacío. Quería escapar de todas aquellas personas que se aglomeraban para bailar en la pista y de la música que torturaba sus oídos. Sentía una extraña opresión en el pecho y deseos de echarse a llorar. Lágrimas rodaban por su rostro y por más que las secaba, no lograba contenerlas. Se apoyó de una pared e intentó respirar profundo para calmarse. Ahora todo comenzaba a cobrar sentido. Alejandro la había dejado por Alina. Un montón de preguntas surgieron en su mente seguidas de todo tipo de teorías. No podía reconocer a aquel Alejandro, todo le parecía una pesadilla y deseaba despertar cuanto antes.

—Alteza, ¿está bien? — preguntó alguien detrás de ella.

Camila no respondió siquiera, permaneció en la misma posición, con la cabeza hacia el suelo y una mano sujetando la pared vacía. Un apretón en su hombro hizo que se enderezara casi con brusquedad. Tuvo ganas de golpear a quién fuera que la estuviera interrumpiendo, pero prefirió respirar profundo y levantar la mirada hacia al entrometido. Era Renson.

—¿Necesitas ayuda? — preguntó él con rostro preocupado.

—No, solo quiero estar sola, por favor.

—No te ves demasiado bien...

—Estoy perfectamente— gritó, encolerizada—. Solo pido un maldito segundo a solas.

Renson abrió los ojos, sorprendido ante aquella reacción inesperada. Camila se retractó de haber sido tan dura en cuanto notó su mirada entristecida.

—Lo siento...— murmuró, mientras secaba su rostro húmedo y se tragaba los deseos de echarse a llorar.

—No te preocupes— respondió Renson, un poco ofendido por su brusquedad—. Si quieres que me vaya...

—No— lo retuvo Camila, apenada por cómo lo había tratado—. Siento haber sido tan grosera, yo...— titubeó—. Debería irme.

Quiso escapar, pero Renson le cortó el paso con su cuerpo, dispuesto a usar la tristeza de Camila a su favor.

—La fiesta apenas comienza. Quizás lo mejor es que vayamos a un lugar más tranquilo.

Ambos jóvenes caminaron hacia la pista de baile con intenciones de escapar del salón, pero en cuanto Camila volvió a divisar a Alina y a Alejandro que continuaban sentados en la mesa juntos, la rabia invadió su sistema.

—Espera— inmovilizó a Renson tomándolo por el brazo—. Quiero bailar.

El muchacho sonrió e hizo una reverencia divertida, denotando que pensaba complacerla en lo que pidiera. Camila se acercó un poco más a la mesa donde estaban ambos muchachos, de este modo lograría captar la atención de Alejandro. Luego, se enganchó de los hombros de su compañero y comenzó a moverse al compás de la música.

Bailaron por varios minutos, Camila se esforzaba por seguir el ritmo y reírse a carcajadas, como si la estuviera pasando genial, aunque de vez en cuando, levantaba la mirada hacia Alejandro, quien continuaba sentado en la mesa. En una de esas ocasiones, observó como Alina se despedía del muchacho y avanzaba hacia la salida del lugar.

—¿Estás más animada? — preguntó Renson casi gritando para que ella pudiera escucharlo.

Camila asintió, quiso agregar algo para disimular su expresión apagada, pero unos gritos interrumpieron su voz y también la música.

—¡Fuego! — logró escuchar a pesar del bullicio de la gente—. Se quema el colegio.

Aquella advertencia provocó que las personas comenzaran a gritar y a empujarse para poder escapar de allí. Camila quedó paralizada, sin saber qué hacer, quiso buscar a Renson con la mirada, pero el lugar quedó sumido en una total oscuridad. Gritó su nombre, aunque sabía que era en vano, no podría escucharla gracias al griterío de la gente. Un codazo en el rostro la hizo caer sentada, luego le dieron un pisotón en la mano. No tuvo otro remedio más que protegerse el rostro para evitar que la golpearan de nuevo.

Los elegidos y las siete partes del cristal [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora