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Elizabeth

Con una mezcla de nerviosismo y determinación, ingresé a la cancha de voleibol, sintiendo el suelo firme debajo de mis zapatillas. La multitud expectante llenaba el ambiente con su algarabía, creando una atmósfera vibrante y llena de energía. Observé a mis compañeras de equipo, listas para la batalla, y a los rivales al otro lado de la red, desafiándonos con sus miradas decididas.

El árbitro hizo sonar su silbato y el partido comenzó. El balón voló por el aire en un perfecto saque, y mi mente se enfocó en cada movimiento, en cada detalle del juego. Salté con todas mis fuerzas para rematar el balón, sintiendo cómo mis manos entraban en contacto con él, enviándolo hacia el campo contrario con potencia y precisión.

La estrategia se desplegaba en la cancha mientras mis compañeras se movían con agilidad, buscando interceptar los ataques del equipo rival. La comunicación era clave: gritos de ánimo y señas rápidas nos mantenían conectados como una unidad sólida. Cada toque del balón era crucial, cada pase, cada bloqueo. La tensión crecía a medida que los puntos se disputaban intensamente.

Mis pulmones se llenaban de aire mientras animaba a mi equipo y celebraba cada punto ganado. El sudor corría por mi frente mientras me esforzaba por llegar a cada pelota, por defender nuestro territorio y convertirlo en un arma letal. Sentía la emoción corriendo por mis venas mientras me entregaba por completo al juego, dejando que la pasión y la habilidad guiaran mis movimientos.

El tiempo parecía detenerse en esos momentos, en los que todo se reducía a la competencia, a la lucha por la victoria. Mi voz resonaba en el estadio, narrando cada jugada con entusiasmo y emoción, compartiendo con la multitud el espectáculo de ese partido de voleibol. Y a medida que el encuentro avanzaba, sentía una conexión profunda con el deporte, con mis compañeras y con todos aquellos que disfrutaban de ese momento tanto como yo.

Al final del partido, sin importar el resultado, me sentí satisfecha. Había dado lo mejor de mí en cada jugada, había dejado mi huella en esa cancha de voleibol.

—¡ganamos! —exclamé abrazando a Belly.

—¡lo hicimos! —habló de igual manera con una sonrisa orgullosa.

Levanté la mirada hacia las gradas y allí estaba él, Conrad, con una sonrisa radiante y los ojos llenos de orgullo. El esfuerzo y la dedicación que había puesto en cada jugada, cada remate y cada bloqueo, habían valido la pena. Nuestros ojos se encontraron en un instante mágico, y sentí cómo el amor y la alegría fluían entre nosotros.

Corrí hacia las gradas con el corazón latiendo con fuerza, dejando atrás la cancha y acercándome a él. Cada paso era un eco de la emoción que inundaba mi ser porque en ese momento solo importaba compartir la alegría de haberlo dado todo.

Cuando finalmente llegué a su lado, nuestros brazos se entrelazaron en un abrazo apretado. Sentí su calor y su energía envolviéndome mientras celebrábamos juntos nuestra victoria. Las palabras no eran necesarias en ese momento, porque nuestras miradas lo decían todo.

La multitud a nuestro alrededor se desvaneció en segundo plano mientras nos sumergíamos en nuestra propia burbuja de felicidad. Sentía su apoyo incondicional y su amor palpable en cada gesto y cada mirada.

Nos separamos del abrazo, pero nuestras manos seguían entrelazadas mientras caminábamos juntos hacia el vestuario. El camino se llenó de aplausos y felicitaciones de amigos y aficionados, pero mi atención estaba completamente centrada en él. Era mi fan número uno, mi apoyo inquebrantable.

—aún no puedo creer que lo hice —dije entrando al vestuario.

—pero lo hiciste, amor. Y fue increíble —se sentó en una de las sillas que tenia a mi lado.

Sonreí quitando mi blusa para quedar en brazier, su cara se transformó en un asombro al segundo.

—¿a dónde iremos? —pregunté quitando mi short.

—a casa, ¿no? —escuché como trago levemente saliva, por lo que mi sonrisa se ensanchó.

—esta bien —acepté colocando el hoodie que tenia en mi bolso.

—¿no te piensas colocar otro short? —enarcó una ceja.

Arrugue mi cara mientras negaba. Mis manos fueron a sus hombros cuando decidí sentarme en su regazo, él bajo su mirada a mis labios.

—¿qué haces? —preguntó en un susurró sin quitar su mirada de mis labios.

—no lo sé —respondí tratando de ocultar mi sonrisa.

Sus manos empezaron a recorrer mis piernas, dejando leves caricias en ellas para subirlas a mi cintura y mover mi cuerpo levemente en su regazo.

—me estas tentando, Eli —murmuró acercándose a mi boca.

—no estoy haciendo nada —le recordé divertida— eres tú el que me esta moviendo.

Él sonrió y cortó la distancia de nuestros labios. Casi al segundo, su lengua contectó con la mía y su mano en mi nuca profundizando aún más el beso. Mis manos estaban en su cabello al igual que él, tratando de profundizar algo que ya no se podía.

El vestuario se llenó de mis gemidos cuando sus labios se posaron en mi cuello, succionando y mordiendo de este.

—no, pero... —una voz masculina hizo que ambos nos separemos del susto.

—¿Jere? —pregunté quitándome de su regazo.

—¿Eli? ¿¡Conrad!? —exclamó al ver la escena— tendré que pagarles un motel si siguen así.

—no me niego —respondió Conrad indiferente.

Rodé mis ojos mientras me colocaba mi short.

—¿nos vamos? —pregunté colgando el bolso en mi hombro.

—sí —asintió Conrad al segundo, para luego susurrar—: no creas que lo superaré así de rápido.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, como si una suave brisa helada me rozara la piel. Los vellos de mis brazos se erizaron y una sensación de inquietud se apoderó de mí.

Caminó delante de mí sin decir una palabra más, pero la verdad para mí aquellas fueron suficientes.

I know heaven's a thing
I go there when you touch me

I know heaven's a thingI go there when you touch me

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—, AUTHOR'S NOTE ★

Un capítulo más y se ha acabado (obviamente habrá epílogo) ;)


La verdad es que no tengo palabras para describir lo feliz que me siento con esta historia y empezar otra sabiendo que tengo su apoyo. Gracias por todo ❤️❤️

Si les gustó no olviden votar o comentar. Nos vemosssss ❤️❤️❤️







































































FALSE GOD | CONRAD FISHERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora