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Conrad

Al regresar a casa, las luces estaban apagadas y el ambiente en silencio. Volteé mi mirada hacia Elizabeth quien estaba dejando todas sus cosas en el piso para prender las luces de la sala.

—todo se siente vacío, ¿no crees? —ladeó su cabeza enarcando una ceja.

—desde que el verano inició —respondí con una semi sonrisa.

Ella asintió tomando mi mano y guiándome hacia mi cuarto. Se sentó en la cama suspirando.

—la extraño —puntualizó.

—yo igual —me sente a su lado recargando mi cabeza en su hombro.

—algo que solía decirme era: "la única que puede mantener mi magia luego de que parta serás tú, Eli" —apoyo su cabeza encima de la mía— y creo que la defraudé.

Fruncí mi ceño componiendo mi postura.

—¿dije algo malo o...?

—fuiste la única que mantuviste la magia en este lugar porque eras la única que nos decías para salir aún si no teníamos ganas —tomé sus manos y di unas leves caricias en ellas— no digas cosas que no son.

Sonreí mientras agachaba su vista a sus manos. Uno de mis brazos enrolló su hombro para atraerla a mi pecho, acostándose en él.

—ahora que lo pienso —murmure luego de acariciar su pelo— tú me debes algo.

Ella se alejó de mí con el ceño fruncido que con los segundos se suavizó al saber de qué se trataba.

—fue hace unas horas —aclaró divertida.

—¿y? —pregunté tomando su cintura para subirla a mi regazo.

Sonrió mientras acercaba sus labios a los míos, para fundir ambos en un beso con sentimientos mezclados. Mis manos bajaron por su cuerpo curvilíneo que conocía perfectamente de pies a cabeza. Mis besos bajaron a su cuello e hice una fuerza para quedar encima de ella y así facilitar el proceso.

★★

Nuestras respiraciones agitadas se unieron cuando su cara cayó en mi pecho, para luego mirarme con una sonrisa.

—quince —señalé una de sus pecas que estaba ubicada en su clavícula.

—¿qué? —preguntó confusa.

—tienes quince pecas alrededor de tu cuerpo —respondí quitando un mechón de su rostro.

—¿cómo lo sabes? —enarcó una ceja.

—las he contado desde la primera vez que te vi desnuda, Eli —respondí divertido.

Ella abrió su boca levemente, para luego entrecerrar sus ojos y sentarse tapando su cuerpo con la sábana.

—eres un psicópata —comentó burlona.

—solo soy observador con lo que me gusta —encogí mis hombros.

Ella sonrió, pero no tardo mucho porque una mirada divertida inundó su rostro.

—¿qué tienes en la mente?

—caminemos en la playa —sonrió orgullosa de su idea.

—¿ahora? Son casi las doce de la noche.

FALSE GOD | CONRAD FISHERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora