XII

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Tienes una familia que proteger Williams, no seas cabeza hueca... — murmuró frunciendo los labios, por lo bajo, el otro mortífago de cabello negro y aspecto serio, que se encontraba detrás de David.

Se te ha pegado la manía de los Potter cariño... qué desperdicio. Tal vez debería pasar una tarde de chicas con Stella y la niña para que decidas dejar de ser un patán y unirte a nosotros. — exclamó una escalofriánte voz femenina esta vez, para luego soltar una risa malévola y guiñarle un ojo en provocación.

David intentó abalanzarse contra ella, pero unas manos lo retuvieron.

Morirás como un perro por tu estúpida arrogancia Williams... — advirtió el mortífago de cabello dorado, casi escupiéndole al temerario David que se encontraba parado tragándose toda la bronca.

Prefiero morir de pie antes que vivir arrodillado.

Maldito bastardo... ¡Crucio!

Crucio...
Crucio...
Crucio...

Una luz roja se disparó desde la varita del mortífago rubio, cayendo directamente en la cabeza de David y atravesando su mente como si de cien cuchillas se tratáse. Sus dientes empezaron a castañear intentando suprimir algún que otro grito de dolor que se escapaban de su garganta, de repente su paronama se encontraba borroso. Pero incluso después de todo esto, el valiente mago no cedió ante el temblor de sus rodillas, lo cual el Señor Tenebroso lo tomó como un reto personal.

Será tu misma familia la que pagará muy caro por tu ineptitud David... Has osado desobedecerme y hacer oídos sordos cuando te he llamado, ahora por eso, no habrá rincón en la tierra donde tu mujer pueda esconder a la pequeña descendiente Williams, de algún modo llegaré a ella y lamentablemente ya no vivirás para salvarla...

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Me desperté anonadada, sudando frío y con la cabeza yendo a mil por hora. Sentía que yo misma había recibido ese hechizo. Ojalá hubiese sido yo.
No sabía por qué había visto tales cosas y sinceramente a pesar de que tenía que ver con mi padre, me aterraba este lado de la magia.

Finalmente, después de calmarme me vestí sin ganas. Corría un nuevo mes, el mes de noviembre, y yo sólo quería que llegaran las tan ansiadas vacaciones para poder ver a mi mamá. Nada de preocupaciones, amoríos o hechizos extraños, sólo ella y yo escuchando música mientras hacíamos galletas.

Pero no pude desligarme tan fácilmente de este sueño.
A pesar de que me aterraba ahondarme allí, los intentos de distraerme y de preocuparme, en cambio, por como se vería mi pelo hoy, no lograron opacar la presencia de aquel sueño tan revelador y drástico.
Por eso mismo, luego de arreglarme salí de mi habitación dispuesta a encontrarme con la única persona que me entendería a la perfección y tendría más experiencia en lidiar con la situación.

Al llegar al gran comedor lo ví, con sus lentes tan característicos, acompañado como siempre de la inteligente rubia y el simpático pelirrojo. Estaba charlando animadamente, parecía que estaba teniendo una magnífica mañana y no podía evitar sentirme culpable por tener que ir a arruinársela.

— Potter — pronuncié con el tono más amigable que pude formular al llegar a su mesa. No pude ignorar las caras de desprecio que obtuve de los Gryffindor, y por primera vez, los entendía.

Me había metido en mil y un problemas, pero lo de Fred Weasley, el tan querido por todos, era un nivel extremo.

— Lexie... Buen día — titubeó pero me saludó con una sonrisa, Harry era tan buen chico que me había mejorado un poco el humor con una cosa tan simple.

Red Blood & Green Blood - Fred Weasley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora