XVI

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Había pasado aproximádamente una semana desde mi primera charla sin insultos de por medio con Fred Weasley. Jamás se lo diría, pero tras muchas noches de introspección y horas de estudio ineficientes, llegué a la conclusión de que necesitaba algo así. Más que nada en pociones, porque Snape curiosamente no me perdonaba ni un mínimo error, estaba más fanfarrón que nunca y yo más vaga que siempre. El retorno a clases no me había sentado bien. Pero de todas formas y por más que lo necesitara con urgencia, ninguno se animó a dar el primer paso, la primer propuesta de ayuda, la sentencia de una momentánea tregua.

Al mismo tiempo busqué ayuda de Draco cuando no pude terminar un trabajo crucial de pociones, ya que el se destacaba en esa clase, pero lo único que obtuve fueron excusas vacías.

— No tengo tiempo Williams, ¿por qué faltaste tanto a clase de todas formas? — respondió molesto, mientras caminaba a paso apurado por el pasillo y yo literalmente corría detrás de él.

— ¡Carajo Draco, te recuerdo que no juego quidditch! Ve un poco más lento por favor... — pedí casi rogando y lo tiré de su túnica hacia mí.

El rubio platinado se quedó quieto mirándome expectante y fue momento de aplicar mi jugada maestra. Enseguida concilié la "cara de perrito mojado"
Draco me miró con confusión.

— ¿Se supone que con eso debería decir que sí?

— Técnicamente. Es una jugada maestra en el mundo muggle.

— Solo por la mención de aquella asquerosidad, definitivamente no lo haré aunque tenga tiempo. Adiós Lexie — espetó con una falsa amabilidad y se apresuró a soltarse de mi agarre para emprender camino.

Yo solamente me quedé viendolo irse, estaba bastante agitada luego de seguirlo por las eternas escaleras y pasillos del colegio.

— ¡Pequeño hijo de puta!

— ¡No te escucho Williams, llego tarde a Transformaciones!

— ¡Te odio! — grité mientras intentaba recuperar el aliento.

Rendida, decidí continuar mi día.
Esperaría a que pasara la siguiente hora de historia de la magia, materia a la cual le tenía que prestar demasiada atención si quería seguirle el hilo aunque el profesor sea la auténtica encarnación del sueño, luego, iría a buscar al detestable Weasley.

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Al salir de HDLM, con los párpados cansados por luchar contra el sueño, me dispuse a cumplir mi deber. Por un momento me rendí ante la idea de desaprobar pociones, me arrepentí de "reconciliarme" con Fred, por lo desconocido de la situación, pero luego simplemente suspiré y me dirigí hacia el patio. Era momento de receso y sabía perfectamente dónde se encontraría el clan de los Weasley.

El patio estaba lleno, pero enseguida pude reconocer dos cabelleras pelirrojas en lo alto, junto a un chico moreno, que me dejaron claras pistas de su ubicación. A medida que me acercaba, noté que George me miraba con hostilidad. Era obvio que recordaba claramente el incidente con Fred y seguía resentido por su hermano. Me dolía en cierta forma, no eramos especialmente cercános, pero sabía que tenía razón.

Al llegar, carraspeé falsamente, llamándo su atención y haciendo que se diriga a mí con una expresión seria en su rostro.

— ¿Qué haces aquí, Williams? Sabes bien que no eres bienvenida.

Sus palabras afiladas, cortaban un poco distintas partes de mi corazón, pero ya estaba ahí y no podría retractarme.

— George, realmente comprendo tu molestia y estoy de acuerdo en que no actué bien, pero por favor, no me odies. Solíamos llevarnos bien y lo que ocurrió fue un malentendido...

Red Blood & Green Blood - Fred Weasley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora