Día 58

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Día 58

Tocaba la puerta, con la esperanza que abrieran. De qué aún la dirección fuera la misma.

Estaba en el departamento de Sigma,o al menos él que el había conocido cuando se mudó

Había tomado valor y había venido a verle.

Volvió a tocar la puerta.

Y luego de unos segundos fue abierta.

Sintió un susto en el pecho, deseando que el que abriera la puerta fuera su amigo de la infancia y no otra persona.

Pero, su deseo no se cumplió.

El que abrió la puerta fue un chico castaño con vendas en su cuerpo y una extraña sonrisa.

—Hola, disculpe—Empezo a hablar con la voz algo ronca por las actividades de los días anteriores—¿Se encuentra Sigma?

—¿Sigma?—Ladeo un poco su cabeza como si pensará—No, no vive aqui.

Su corazón se destrozó en mil pedazos al escuchar eso.
Bajo la mirada y luego emitió un débil "Gracias" para luego irse.

Empezó a caminar por el pasillo cuando escucho su nombre atrás de él.

Volteo, conocía esa voz.

Sintió como sus ojos se iluminaban después de tanto tiempo, su corazón se aceleraba y sintió una gran felicidad.

—¿Por qué has durado tanto?—Pregunto con una sonrisa el Omega—Me iban a salir raíces de tanto esperar tu visita—Rio.

Soltó una pequeña risa y se devolvió sobre sus pasos.

Era tan extraño, pero a la vez tan reconfortante¿Hace cuanto no sabía de él? Alrededor de tres o cuatro meses si no se equivocaba.

Pero ya no importaba, fue recibido con un abrazo por parte del más bajo.

Se sentía cálido.

—Pense que te habías mudado—Confeso mientras aún lo abrazaba—El chico me había dicho que...

—¿Dazai? Es un estúpido, no le prestes atención—Contesto con una sonrisa y apretó un poco más su agarre en el abrazo—Yo pensé que estabas muerto—Hablo con una risa algo nerviosa.

—¿Por qué pensarías eso?—Rio un poco y acaricio el cabello del bicolor.

Sigma no contesto, extrañamente no contesto.

En vez de eso, lo hizo pasar a su departamento y le sirvió una taza de café.

Detallo el departamento del Omega, no habia cambiado casi nada desde su última visita.

Le entregaron una pequeña taza con un gravado de flores amarillas, muy bonito a su parecer.

Levantó la mirada y encontró a el chico castaño sentado en el mueble del frente.

No sé atrevió a comentar o preguntar algo.

Durar tanto tiempo sin contacto humano que no fuera el de su esposo, ahora lo hacía sentir ansioso y fuera de lugar en cualquier multitud. O con cualquier persona.

Solo se dedicó a tomar el café en silencio.

Piensa, que, si se hubiera encontrado en esta situación hace tres o dos años, estarían entre risas y risas. Hubiera roto el hielo en un momento.

Pero ahora, solo se limitaba a tomar el café, orando en silencio para que el silencio siguiera. No queria hablar con alguien que acababa de conocer.

—¿Cómo ha estado todo?—Pregunto el bicolor para sentarse a su lado.

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