Titanes: Prudencia y Perfidia

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Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.

Saga de los Titanes.

Capítulo 3: Prudencia y Perfidia.

Grecia. Atenas. El Santuario. La Colina de las Estrellas. 1 de Septiembre de 1973.

Entre las sendas de Virgo y Libra, existe un camino secreto al que solo el Patriarca del Santuario puede acceder, pero que en aquella joven noche del 1 de Septiembre, era visitado por dos personas, quienes en esos momentos se paseaban por el camino de terracería entre sendas, con la oscuridad como única compañera.

Uno era Shion, el Patriarca del Santuario, quien avanzaba con una mirada decidida en su rostro, el otro era Aioros, quien miraba a los alrededores, más específicamente en dirección a la Isla de Milo, donde en esos momentos crecía un cosmos sumamente violento que lo tenía bastante preocupado, e incapaz de concentrarse en su tarea actual.

-Tu atención debería estar en el presente, Aioros. ¿Qué te inquieta? –preguntaba Shion sin siquiera virar a ver a Aioros, pero deteniéndose cuando Aioros encontró el sitio desde el cual la Isla de Milo se veía mejor-. ¿Sientes algo en aquella isla? –preguntó Shion sin virarse.

-Desconozco si es por mi preocupación latente por el niño de la Isla de Milo, su excelencia –cerró los ojos Aioros, pensando en aquel cuya historia lo había conmovido-. Pero siento un cosmos creciente en la Isla de Milo, dudo que se trate del cosmos de alguno de los aspirantes, más bien me parece un cosmos... -intentó pensar en sus palabras Aioros.

-¿Divino? –preguntó el Patriarca, y Aioros, preocupado, asintió- Es algo comprensible, en esta fecha, el Monte Olimpo está más cerca de la tierra, y el Dios Sellado logra salir a disfrutar de las matanzas. Pero tendré que pedirte, Aioros, que concentres tu atención en el ahora. Lo que sea que Ares pueda estar haciendo en la Isla de Milo, es problema de Saga –finalizó Shion, sobresaltando a Aioros, quien miró al cielo sobre la isla, y a una inmensa estrella roja en el cielo, posicionada perfectamente sobre la Isla de Milo-. Para tu tranquilidad, puedo decirte que Ares no puede hacer mucho. No solo porque los dioses tienen prohibido interactuar con los mortales por órdenes de Zeus, sino porque hoy es un día especial –terminó Shion, y continuó caminando.

-¿Ares? ¿El Dios de la Brutalidad en la Guerra está presente en la Isla de Milo? ¿Por qué? –preguntó Aioros preocupado, pero decidió seguir a Shion, aunque no le quitaba la vista a la Isla de Milo, mostrándose inquieto en todo momento, mientras Shion continuaba tranquilo.

-Las razones de que Ares esté presente en la Isla de Milo son preocupación de Saga –insistió Shion, deprimiendo a Aioros, quien se sentía menospreciado por el Patriarca, lo que él comprendió-. Anímate, Aioros, tu función en estos momentos es la más importante. Además, Ares no es el único dios que visitará la tierra esta noche. Solo basta con que mires a tu alrededor –le sonrió Shion, Aioros se viró, y su mente colapsó por unos instantes, como si las dimensiones mismas se hubieran entrelazado. De pronto estaban ambos en un amplio terreno grisáceo, desde el cual brillaban todas las constelaciones intensamente a su alrededor-. Bienvenido seas, Aioros, a la Colina de las Estrellas –presentó Shion, y solo entonces Aioros se dio cuenta de que, de alguna forma, se habían transportado desde el Santuario, hasta una inmensa montaña a sus afueras-. Entre las casas de Virgo y Libra, existe un portal para viajar a la Colina de las Estrellas, el Axis Mundi, el lugar donde colinda el mundo mortal con el celestial. Espero no hayas estado lo suficientemente distraído para no darte cuenta de donde estaba la entrada –se burló Shion, y Aioros comenzó a sudar frio, preocupado por aquello último.

-Espere Maestro, ¿estamos en la Colina de las Estrellas? –se impresionó Aioros, mientras Shion miraba a las estrellas desde uno de los bordes de la colina- Pero... este lugar es sagrado, y solamente accesible para el Patriarca del Santuario –se preocupó Aioros.

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