Eris: El Despertar de Eris

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Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.

Saga de Eris.

Capítulo 14: El Despertar de Eris.

El Santuario. El Anillo Medio. Pueblo de Rodorio. 10 de Diciembre de 1985.

-¿Será él...? –por los mercados del Pueblo de Rodorio, el pueblo que se encontraba precisamente construido entre los Anillos Principal y Medio del Santuario de Atenas, varios pueblerinos reaccionaban con curiosidad- Se parece, pero no hay forma de saberlo con certeza... -las mujeres en los mercados cotilleaban, sus miradas dirigidas a un joven que caminaba por los mercados en su traje de entrenamiento, con un dije con la forma de una flecha atado al cuello-. Debe serlo, ¿deberíamos ir a saludarle? Después de todo lo que pasó, sería lo más prudente –continuaba otra de las mujeres en el mercado, las risas comenzaban a hacerse presentes en sus labios-. ¿Escucharon? Aparentemente, las leyes de sentimentalismo entre caballeros se extienden a los Caballeros Dorados también. ¿Y si sí es él? Podría seducirlo y vivir rodeada de lujos –comentaba otra de las mujeres en el mercado.

-No sean imprudentes –escucharon las mujeres en el mercado, sorprendiéndose de encontrar a una Caballero de Plata recargada a una pared cercana a donde ellas conversaban, Marín del Águila-. Es un hombre comprometido, o lo sería, de no ser porque no es más que un cadáver que aún no se ha dado cuenta de que sigue respirando –la Caballero de Plata incineró su cosmos, aunque las mujeres en el mercado no tenían forma de sentirlo, quien sí lo sintió, fue Aioria, quien se detuvo en su andar-. ¡Meteoros del Águila! –resonó el grito de Marín, que lanzó su ataque en dirección a Aioria, quien suspiró, y recibió el ataque de lleno, causando una conmoción en los mercados, asustando a las mujeres que habían estado admirando a Aioria, mientras los molestos dueños de fruterías y vendedores de baratijas, no hacían más que sostener sus productos para que no cayeran de las estanterías. Algunos soldados rasos de los mercados tomaron sus armas para ir a investigar, pero otros con mayor experiencia los detuvieron. En uno de los puestos del mercado inclusive, un hombretón que en esos momentos sostenía varios trabajos de artesanía en madera en sus manos, interrumpió sus compras para virar en dirección a le explosión, preguntándose sobre lo que había ocurrido.

-No le preste atención, señor Tiago –el mercader que intentaba venderle sus productos al hombretón interrumpió los pensamientos del gigante de cabellera larga, que se mostraba preocupado por la explosión en pleno mercado-. Pasa una vez al mes aproximadamente. Siempre que el Caballero de Leo, Aioria, baja a visitar los hospitales del Anillo Medio, es interceptado por un ataque de aquella mujer. Usualmente no pasa a mayores, pero los pueblerinos han comenzado a rumorar al respecto –terminó el hombre.

-¿Aioria de Leo? –preguntó el hombre, quien suspiró en ese momento y pagó con un saco de monedas los productos que había seleccionado, colocando los mismos dentro de una canasta de madera antes de reverenciar y dirigirse en dirección a la explosión, que había levantado una cortina de tierra alrededor de los mercados, misma que comenzó a disiparse, mostrando a Aioria, de brazos cruzados, y mirando fijamente a Marín del Águila.

-No voy a pelear contigo, Marín –comentó el molesto Caballero de Leo, mientras Marín preparaba su cosmos-. Las reglas de las Amazonas podrán seguir en pie gracias a los tratados de paz entre Athena y la Reina Antianira de Temiscira, así que no puedo borrar tu crimen, o tu penitencia. Pero tampoco estoy forzado a cumplir con tu condena –le espetó el de Leo.

-Curioso, porque yo tampoco estoy siendo forzada a cumplir con la búsqueda de mi honor de Caballero de Athena –le recordó Marín, lanzándose a Aioria con sus manos envueltas en cosmos plateado, intentando impactar al de Leo, quien la evadió con tranquilidad, como si la velocidad de la Caballero del Águila no significara nada para él-. Hay otras formas de recuperar mi honor por supuesto. Podría, por ejemplo, asesinar a Lithos y forzarte a retribuirme. ¿Sería esa amenaza suficiente para que te tomaras en serio nuestros enfrentamientos? Sería tan sencillo, ella es vulnerable, inapropiada para ser una Caballero de Athena –sentenció Marín, pateando con fuerza, solo que Aioria atrapó su patada sin problema alguno.

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