Eris: La Segunda más Brillante

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Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.

Saga de Eris.

Capítulo 23: La Segunda más Brillante.

Grecia. Atenas. Templo de Escorpio. Agosto de 1984.

-Uno, dos, tres, giro hacia adelante, giro hacia atrás, movimiento de cadera suave a la izquierda, arrastro los pies, movimiento suave a la derecha, arrastro los pies, izquierda atrás, derecha atrás, izquierda adelante, derecha adelante, giro adelante, giro atrás, pies juntos, tomamos falda, y reverencia –un año atrás, las preocupaciones de los Caballeros de Athena no eran tan significativas. Los Caballeros Dorados se dedicaban a entrenar a sus discípulos, y sus discípulos se dedicaban a su mejoramiento personal, en algunos casos los discípulos tenían sus propias responsabilidades a parte del entrenamiento de caballería, ese era el caso de Kyoko, quien seguía las instrucciones marcadas en un libro de ilustraciones, con el que pretendía aprender a bailar de la forma correcta, en este caso un vals-. Bien, ahora los pasos del varón... se supone que yo sea el varón mientras enseño a Saori –se quejó ella, tomando una pose como si abrazara a alguien por la cintura-. Ahora... pose de varón, saca el pecho, hombros anchos, mirada firme y prepotente, como la del Maestro Milo –se burló ella.

-Eso se parece más a Saga que a mí –interrumpió Milo, espantando a Kyoko, quien no lo había notado recargado contra la pared de su templo, desprovisto de su Armadura Dorada además, usando únicamente un pantalón azul-. Aunque no vine a discutir sobre las caras que haces o si se parecen más a Saga, o a mí. ¿Te quieres dormir de una buena vez? Tus zapatillas de bronce están haciendo eco en toda mi habitación. Ya duérmete... -se fastidió el de Escorpio.

-Lo... lo lamento, Maestro Milo... entrenaré sin las zapatillas si eso ayuda... -comenzó a quitarse las mismas Kyoko, y a girar descalza siguiendo las instrucciones del libro, aunque la Saintia ya no podía concentrarse, la mirada de su maestro la intimidaba-. Pue-puede irse a dormir si quiere... solo repasaré unos últimos pasos –se apenó ella.

-Prácticas y prácticas sin descanso alguno. Soy el primero en decir que el entrenamiento constante es importante, pero tú abusas demasiado, ¿alguna vez te han dicho que eres obsesiva del entrenamiento y que eres bastante perfeccionista? –se quejó Milo, Kyoko sonrió un poco, y bajó la mirada con tristeza.

-Todo el tiempo... al menos... cierta persona me lo decía frecuentemente –le comentó ella, sacando el dije de Pegaso de debajo de su armadura-. Shoko solía enojarse todo el tiempo conmigo. Me decía que la hacían trabajar más porque yo me esforzaba mucho. He llegado a pensar que probablemente me odie un poco por esforzarme tanto. No se da cuenta de que lo que intento hacer es enseñarle a ser una persona que aprenda a cuidarse por sí misma –le explicó ella, Milo pensó al respecto, y asintió-. Solo un par de ejercicios más, lo prometo. No tiene que esperarme despierto –sonrió ella.

-Ya me quitaste el sueño, hazte a un lado –caminó Milo hasta donde ella estaba, tomándola de la cintura, y colocándose en pose según lo que observaba en los dibujos, apenando a Kyoko-. No voy a hacer el rol de chica, que te quede claro –sentenció él.

-¿Eh? No lo había pensado siquiera... pero... ¿está seguro? Normalmente tengo que suplicarle para que me ayude con mis lecciones. La última vez, Saori nos descubrió y desde entonces ya no viene –le recordó ella, Milo la miró con molestia.

-De nada... -se molestó Milo, Kyoko se apenó por aquello-. Para ser una japonesa, se te están olvidando tus modeles. Ahora pon atención, empezaremos con vals, es lo que le toca a Saori hoy, ¿no es así? –preguntó él.

-Mañana... espere... ¿ya es Septiembre? –preguntó ella, dejándose guiar por Milo, quien asintió sin decir nada- No he dormido nada... y tengo que ir por los ingredientes para el pastel de Saori... -se apenó ella, Milo solo siguió guiándola, y le ayudó con las vueltas que marcaba el libro-. Eso me recuerda... en acta de nacimiento dirá que soy japonesa, pero me enteré que soy nacida en Rodorio. ¿Puede creerlo? –preguntó ella divertida.

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