Eris: Shoko y Kyoko

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Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.

Saga de Eris.

Capítulo 22: Shoko y Kyoko.

Grecia. Atenas. Pueblo de Rodorio. 10 de Diciembre de 1972.

Años antes de que Eris trajera el inicio del fin del mundo, años antes de su primer intento por renacer, incluso antes de que los Titanes invadieran las 12 Casas, la historia sobre las Estrellas Malignas que se encargarían de definir el destino de la humanidad, se estaba forjando.

Oculto dentro de un callejón en el pueblo de Rodorio, se encontraba un joven de 14 años de edad, de cabellera castaña suave, de ojos esmeralda, y ocultando su rostro bajo una capucha marrón. A su lado, una pequeña de apenas unos 8 años de edad, de cabellera rubia, también cubría su cuerpo con una capucha, mientras el joven mayor la mantenía oculta dentro del callejón, esperando que los soldados del Santuario dejaran de patrullar la zona.

-¿Encontraste a alguien? –preguntaba uno de los soldados, reuniéndose con otro que acababa de visitar una de las casas cercanas- No es por presionar, pero aún nos faltan unos 30 aspirantes más y hoy zarpa el ultimo barco. Escuché incluso que ya se han dado los primeros asesinatos. ¿Tampoco había nadie en esa casa? –insistió el soldado.

-Ah... no... pensé que había sentido algo en el cosmos, pero... solo encontré a una madre enferma con una bebé, y a una pequeña en una cuna –le explicó el soldado a su compañero. Dentro del callejón, el joven de cabellera castaña se mordía los labios con preocupación, la rubia lo miraba con curiosidad-. Además... no estoy muy seguro, pero creo que la mujer me parecía... familiar... como si la hubiera visto antes, al menos de perfil –le comentó el soldado.

-¿Como a una de las cortesanas del Anillo Medio? –comenzó el otro soldado burlesco- No creo que sea el momento de pensar en esas cosas. No hasta reclutar al último de los 800. Esta búsqueda debió comenzar hace meses, pero el Patriarca Shion no se mostraba muy convencido de realizar los reclutamientos. Cuando llegó la fecha prometida, faltaban todavía 100 aspirantes, hay que apresurarnos con los reclutamientos, o la selección del Caballero de Escorpio no será efectiva –continuó el soldado, dejando atrás la cabaña, y dirigiéndose a las afueras por los mercados, fue ese el momento en que el joven le pidió a la pequeña que lo siguiera a la cabaña recién abandonada por los soldados, tomando la llave, abriendo la puerta, y entrando.

-Ya les dije que ninguna de mis hijas es nacida una Escorpio –resonó el grito de una mujer, que abrazaba a una bebé de cabellera rosada en sus brazos, y quien notó entonces al recién llegado a su casa-. Oh... eres tú Aeson... -se apenó la bella mujer de cabellera negra azulada, Aeson se ruborizó tras verla y se cubrió los ojos-. ¿A qué va esa reacción? –sonrió la mujer.

-Máscara... Maestra Olivia, su máscara... -se quejó Aeson, cubriéndose los ojos ante la visión del rostro de su maestra, la pequeña rubia que lo acompañaba parpadeó un par de veces, y miró a la mujer con la bebé en brazos, y sacando una máscara de debajo de su almohada.

-Oh Aeson, me has visto al rostro, ahora debo asesinarte o amarte. ¿Qué opinas Kyoko? ¿Quieres un nuevo papá ya que el original resultó ser todo un patán? –agregó Olivia divertida, y mirando al corral donde una curiosa Kyoko, de tan solo un par de años de edad, observaba a la niña rubia, quien le regresaba la mirada con curiosidad- Vamos Aeson, por supuesto que no voy a matarte –se burló la mujer.

-¡Eso lo hace más vergonzoso! ¡Ya póngase la máscara maestra! –reprendió él, pero Olivia no obedeció, y se regocijó de forma pervertida de las vergüenzas de Aeson- Maestra... si alguien se entera de que le he visto el rostro... -se quejó él.

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