Conociéndote

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La luces de colores; la música infantil; los niños corriendo y gritando por doquier; y el olor del algodón de azúcar y las frituras; desconcertaron a Megumi obligándolo a parpadear batiendo sus largas pestañas. Por el estilo del ambiente era evidente que no se encontraba en un lugar al cual hubiese acudido voluntariamente.

—¿Qué hacemos aquí?

Nobara volteó hacia él dedicándole una sonrisa.

—Estamos teniendo una cita —respondió con naturalidad—. ¿Qué no es obvio? Itadori y Ozawa nos invitaron a una cita doble y debemos estar preparados. Si vamos a ser novio y novia, tenemos que conocernos mejor. Ahora muéstrame tus dotes actorales.

Megumi se presionó los labios y emitió un chasquido desganado. Nobara, sin avisarle o preguntarle, tomó su brazo con el propio y recargó la cabeza en él para iniciar el recorrido por la feria. Ante el resto de personas, ambos eran una pareja adolescente como cualquier otra, por lo que actuaron como tal lo que quedó del día: subieron juntos a un carrusel, Nobara ganó un premio al derribar latas y los dos probaron postres exóticos. Además, conversaron sobre la escuela, las misiones como hechiceros y sus preferencias personales en comida y mascotas. Nobara acabó satisfecha con la experiencia, ya que en el pueblo de donde venía no se acostumbraba a realizar esa clase de eventos. Megumi, por su parte, admitió que lo había llegado a disfrutar. Incluso, de no ser por la llamada que interrumpió su subida a la rueda de la fortuna, se habría quedado voluntariamente.

—Es el profesor Gojo —Megumi dijo, luego de cortar una charla monosilábica por celular—. Debemos realizar un exorcismo. Somos los únicos disponibles.

Nobara se marchó con él, sin objetar, pese a que hubiese preferido quedarse. Juntos se dirigieron a una fábrica abandonada, donde los esperaba una maldición de grado dos. Los shikigamis de Megumi y los clavos de Nobara ayudaron a tenerla bajo control, pero ninguno logró exorcizarla hasta que Nobara recurrió a su Técnica de Muñeco Vudú. Ella, adelantándose a Nue cuando la maldición intentó escapar, cogió el dedo que le había arrancado previamente, lo unió a su muñeco de paja y los penetró con clavos. La maldición terminó explotando, dándoles la victoria a ambos.

—¡Somos un gran equipo! ¡Dame cinco! —La hechicera cerró los ojos con una nueva sonrisa y el brazo alzado. Megumi dudó, pero finalmente, respondió al gesto con una palmada.

Al contacto con su mano, Nobara se estremeció y emitió un quejido de dolor. Megumi notó que tenía la palma herida y también el rostro rasguñado y salpicado con sangre. Ella había dado todo de sí para ganar la batalla, sin rendirse ni por un instante.

Megumi sabía que Nobara no era una chica tonta, a pesar de que tendía a seguir los juegos de Yuuji y se dejaba llevar por el consumismo que promocionaban las revistas de moda que solía acumular. Admiraba su fuerza y pasión para hacer las cosas, no obstante, ese día reconoció que, además, era una chica de un carácter inquebrantable; su tipo de mujer o lo que dijo una vez a Todou cuando éste le hizo su famosa pregunta.

La apariencia física nunca había sido mucho de su interés, pero tampoco podía llamar a Nobara fea, sino lo contrario. Ella, a sus ojos, era hermosa. Muy hermosa. Tenía un cabello reluciente, color cobrizo; la piel de porcelana; y grandes ojos chocolate que provocaban sensaciones inexploradas en él, con una mirada. 

Sin embargo, pese a ser un constante observador, lo había pasado por alto hasta entonces.

—Fushiguro, te estoy hablando —Al oír su apellido salir de los labios de la castaña, él regresó a la realidad—. ¿Por qué te me quedas mirando? ¿Acaso tengo algo en la cara?

Ella se ruborizó y él también. Megumi negó con la cabeza y siguió avanzando un poco incómodo por lo que acaba de suceder.

—¿Qué me ocurre? —se preguntó frotándose los cabellos.

Tanto él como Nobara optaron por guardar silencio el resto del camino de regreso a la escuela de jujutsu sin percatarse de alguien que los vigilaba.

Juego absurdo┊FushiKugiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora