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Hanbin -como es costumbre- no se digna a mirarme luego de que le entrego su abrigo oscuro y finalmente efectúa largas zancadas para abandonar la oficina. Por fortuna, no repara en la ausencia de Nahyun, quien acaba de retirarse.

Me quedo solo una vez que el jefe se retira y un repentino sentimiento de inseguridad se expande por mis venas como miel derretida. Procuro pensar bien en lo que está por ocurrir, y me pregunto un millón de veces si realmente quiero hacer esto.

De pronto, la posibilidad de hacer fallar al elevador para quedarme atrapado ahí dentro unas horas no se siente tan descabellada. Cualquier cosa es mejor que esta horrible ansiedad que me produce la propuesta del jefe.

¿Una cena?, ¿conmigo?... ¿Y si Seok Matthew se entera y comienza a odiarme?

O peor aún... ¿Si Yunbi se entera?

Carajo.

No me reconforta la ineficaz manera en la que mi mente trata de mantenerse alejada de todos los posibles escenarios pesimistas que me asaltan, así que me enfoco en respirar profundamente para tratar de calmar mi inquietud.

Las instrucciones del jefe fueron claras. A las seis en punto debo estar en el estacionamiento propio del edificio y buscar el Hyundai Génesis negro. Ese vehículo, según comentó sin muchos detalles, me llevará a nuestro punto de encuentro... O algo así.

Me quedo quieto una vez que las puertas del ascensor se abren en el subsuelo, pensando en la pequeña interacción algo confusa que tuvimos a la tarde, cuando me invitó a cenar. La sensación de malestar se incrementa dentro de mí.

De acuerdo. No sé muy bien qué demonios pensar al respecto de todo este lío en el que me metí, pero me digo a mí mismo que debo quitarme todas las dudas. Tengo que averiguar con exactitud qué es lo que quiere, a qué está jugando.

Avanzo con pasos largos y aclaro mi garganta, en un fracasado intento de aminorar el nerviosismo que me retuerce el estómago.

En el parking ya no quedan muchos coches, así que me enfoco en localizar el que Hanbin especificó.

Finalmente, mis orbes encuentran el Hyundai y me dirijo hacia allí. Mientras me acerco, noto que la puerta de copiloto se abre de forma automática y entonces, freno en seco.

Ca-ra-jo. ¿Es una broma?

No necesito tener una lámpara mágica para saber quién está al frente del volante de tal lujoso y costoso auto...

— Llegas tarde, niño —la profunda voz de mi jefe me causa un desequilibrio inmediato—. No tengo todo el día. Entra.

— ¿A-Aquí? —el tartamudeo de mi voz me hace querer golpearme con fuerza contra las paredes del ambiente.
Seokjin rueda los ojos, como si todo de mí le molestara, en especial mis preguntas aparentemente absurdas.

— Sí, niño. ¿O esperas que contrate una limusina para ti?

Lo odio. Odio la indiferencia que se encuentra tallada en su expresión corporal. Odio la arrogancia que su voz desprende. Odio todo de él.

Me adentro en el cómodo asiento del Hyundai negro y la puerta se cierra, al igual que como se abrió, automáticamente, cuando el hombre a mi lado presiona un botón del tablero. No puedo creer lo suntuoso que es este vehículo; mi sorpresa es tanta, que tengo que morderme la lengua para mantener la boca cerrada y para no indagar sobre cuántos miles de dólares tuvo que abonar para obtenerlo.

El silencio se instala entre nosotros y ninguno de los dos parece querer hacer algo al respecto. El entorno es sumamente tenso, por lo menos para mí... Bah. Dudo que él sienta algo, considerando que es una roca sin sentimientos.

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