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Se siente como si pudiese gritar en cualquier momento.

La frustración y la incredulidad corren en mi sistema a alta velocidad, y creo que son el motivo de la rapidez en mis pasos. Incluso, las plantas de mis pies duelen un poco, pero probablemente también se deba a que mis zapatos son algo incómodos.

Sin embargo, no dejo de caminar, porque necesito alejarme lo suficiente de la aglomeración de personas interesadas en el evento. Con un poco de suerte, unas calles más arriba podré conseguir un taxi que me lleve a casa. Trato de encontrar un punto positivo, y ese es que el aire helado es bien recibido por mis nervios alterados.

Trato de concentrarme en el golpeteo rítmico que hacen mis pies conforme camino por la acera, pero la imagen de Hanbin mirándome con esa fingida culpabilidad sigue golpeando mi mente.

Mi mandíbula se aprieta con fuerza cuando el enojo vuelve a causarme comezón en las palmas.

— Cerdo —digo, aunque no hay nadie para escucharme.

Después de caminar seis calles, logro localizar un taxi y le indico mi dirección. Por suerte, es uno de esos conductores que no está interesado en charlar y, por ello, me relajo en el asiento trasero del vehículo y luego me limito a observar las calles familiares pasar por la ventanilla.

En el trayecto, no puedo dejar de pensar. Y llego a una conclusión.

No puedo enojarme con Hanbin por esto; no cuando ni siquiera estoy seguro de que me guste ni yo a él. De todas formas, no puedo evitar sentirme indignado hasta el carajo por solo saber que me mintió... ¿Cuál era su necesidad?

Estoy molesto y frustrado conmigo mismo, porque cometí la estupidez más grande del año.

Para empezar, nunca debí besarlo. Ni corresponder a sus besos. Tendría que haber sido más prudente y poner un límite, tanto a la situación como a sus acciones.

Pero no lo hice, porque disfruté cada momento que compartimos.

No puedo controlar a los recuerdos de los que he tratado de escaparme desde que subí al taxi; no hacen más que llenarme la cabeza y me impiden hacer otra cosa que no sea pensar en Hanbin.

Una vez que llego a mi edificio, le pago al conductor y le digo que se quede con el vuelto. No estoy de humor y quiero refugiarme en la comodidad y seguridad de mi casa lo antes posible.

— ¡Qué elegancia! —Exclama Gunwook apenas me ve pasar las puertas de la entrada—. Te ves bien, Hao.

— Gracias, Gunwook —me esfuerzo por sonreírle—. ¿Qué estás haciendo aquí? Es sábado, deberías estar divirtiéndote.

— Le pedí a mi padre si podíamos cambiar el día, saldré con Mia mañana en la noche.

— Salúdala de mi parte —le digo con amabilidad y jalo burlonamente de la gorra gris que trae en la cabeza—. Buenas noches, Wookie.

— Buenas noches, hyung favorito.

Su contestación logra mejorar un poco mi estado de ánimo y me roba una sonrisa sincera. ¡Nadie, nunca, jamás en la vida me había dicho "hyung favorito"!

Cuando las puertas metálicas del ascensor se abren en mi piso, me deslizo con pesadez hacia la entrada de mi hogar y rebusco perezosamente las llaves en mi bolsillo. Cualquier pensaría que quiero morirme ahora mismo.

Los incómodos zapatos vuelan a algún lado de mi sala una vez que logro entrar; a ellos, le sigue el saco azul, que aterriza sobre el sofá.

Un suspiro largo y lento brota de mis labios mientras niego con la cabeza. Esto es una mierda. Yo no debería estar sintiéndome así, y mucho menos debería estar pensando en lo que se avecina... No sé exactamente por qué me siento así.

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