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Esto no puede estar pasándome, carajo.

Lo único que deseo en este momento es despertar. Que todo esto sea una pesadilla. Un sueño espantoso del cual puedo salir en cualquier segundo.

Pero ninguna alarma suena, ningún ruido es lo suficientemente fuerte como para hacerme abrir los ojos... Porque esto está pasando de verdad. Esta es la realidad.

Y no podría ser más humillante, carajo.

Fue hace menos de una hora que aquel comprometedor correo electrónico llegó a todas las cuentas de cada miembro de mi familia. Desde ese momento, he pensado en la posibilidad de comenzar a cavar mi propia tumba, para ganar tiempo.

Mi madrastra me ha llamado dos veces, pero no tengo el valor suficiente para atenderla... Va a matarme.

Mis ojos inspeccionan por décimo quinta vez la segunda de las tres imágenes adjuntas en el e-mail. Más carajo.

No hay manera de disfrazar esto, no existe escenario posible en donde Jia y yo salgamos indemnes. No cuando se ve claramente en las fotografías que mi prima y yo nos estamos comiendo la boca en la mitad del pasillo de hotel donde se llevó a cabo la boda.

Hago el intento de respirar hondamente una vez más, pero mis pulmones parecen estar encogidos. Quizás esto se deba al ataque de ansiedad que está aguardando a que sea el momento adecuado para atacarme sin piedad.

Llegados a este caótico punto, no tengo idea si habrá algo que sea capaz de ponerle un fin al torrente de emociones que amenaza con desmoronarme.

El teléfono que sostengo en manos comienza a sonar y las fotografías se pierden cuando una llamada entrante se filtra en el dispositivo.

Una maldición se me escapa cuando noto que en la pantalla aparece el nombre de Jia, visible en letras blancas e iluminadas.

No sé de dónde carajos saco la valentía necesaria para aceptar su llamada.

— ¡¿Qué es eso, Zhang Hao?! —Chilla, y me veo obligado a apartar un poco el teléfono por el bien de mi oído—. ¡¿Qué carajos es eso, cabrón?!

— Lo lamento —digo lo primero que se me viene a la mente, aunque sé que no alcanza—. Te lo explicaré, pero...

— ¡Por supuesto que vas a explicarlo! —Vocifera con tanto enojo, que mi cerebro me hace el favor de recordarme que ella no puede matarme a través del teléfono. Pero, mierda, sí que está furiosa—. ¡¿A quién carajos le debes dinero?!, ¡¿a quién carajos hiciste enojar de esta manera?!

— A nadie, Jia, por favor —el tono suplicante que utilizo me hace querer estrellar mi propia cabeza contra la puerta—. Por favor, te lo explicaré cuando pueda, ¿de acuerdo? Necesito arreglar esto.

— ¡¿Arreglar?! —Repite, colérica—. ¡Toda nuestra familia sabe que...!

— Ya lo sé, carajo —la interrumpo, pero procuro conservar la calma y contestar con cuidado—. Te pido que confíes en mí ahora. Voy a decirte todo, lo prometo, pero no ahora, no puedo.

Un silencio tenso y que quema peor que un ácido se instala en la comunicación. El nudo en mi garganta es muy intenso ahora, pero no hay lágrimas en mis ojos.

— De acuerdo —ella dice, al fin, y una sensación total de alivio me invade al instante—. ¿Estás en peligro, Hao? Porque si lo estás–

— No, no —me apresuro a atajar y refutar su teoría—. Te prometo que no, solo... Es como una guerra fría.

Jia suspira hondamente. Ella sabe que no va a poder sacarme más información al respecto.

— Bueno —hace una pausa algo larga, porque claramente no está satisfecha—. Pero voy a golpearte cuando te vea.

Tendencia + Torpeza - HAOBINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora