018

651 86 24
                                    


Mi semana fue fatal.

Todo fue absolutamente incómodo, no encuentro otra manera de describirlo.

El lunes Hanbin me pidió más café de lo habitual; fui ocho veces a Starbucks. Por un momento pensé que era su estrategia para que le dirigiera la palabra, al menos para decirle que estaba consumiendo demasiada cafeína. Sin embargo, eso nunca pasó, porque simplemente me limité a acatar sus órdenes.

Por otra parte, me llamó muchas veces para hablar conmigo sobre asuntos personales. No le di el gusto. En cuanto el hombre sacaba un tema de conversación que nada tenía que ver con el trabajo, me retiraba de su despacho.

El miércoles salí a cenar con Yunbi; solo ella y yo. No hablamos mucho sobre Hanbin, pero me di cuenta de que ella estaba al tanto de todo lo que estaba ocurriendo entre él y yo. Sin embargo, el tema de conversación fue su encuentro con Minjoo, en donde, al parecer, pudieron dialogar como dos personas civilizadas y también lograron aminorar el conflicto. Pero no se arreglaron del todo, lo cual me impacienta.

El jueves, mi jefe me pidió que le consiga un boleto de avión a Suecia para el domingo temprano. Por lo que me informó, pasará tres días en dicho país por asuntos laborales. Nos dijo —tanto a mí como a Nahyun— que podríamos trabajar desde casa los días en los que él se encuentre fuera del país.

Esa misma tarde volvió a llamarme y no para pedirme café. Recuerdo que estuve unos tres minutos de pie frente a su escritorio, esperando a que Hanbin encuentre las palabras que deseaba soltar. Sus labios dudaban y sus ojos aún más.

Finalmente, me preguntó si yo tenía idea de qué tal sería el clima del día siguiente...

Le respondí que no, aunque yo sabía a la perfección que su intención era preguntar o decir otra cosa.

El viernes lo vi muy pocas horas. Solo apareció para tener una reunión y luego se fue. Nahyun y yo también dejamos a tempranas horas la oficina, pero solo porque teníamos que reunirnos con la asistente de Yunbi por el asunto de la futura boda más grande —y falsa— de Seúl.

Siendo sábado y uno de los dos días en los que no debo ir a la empresa, no me molesto en levantarme temprano. Aprovecho para quedarme a oscuras, recostado y mirar un documental sobre osos. La idea de que mi casa se siente muy solitaria me invade como si de miel derretida se tratase y, encontrándome en la comodidad de mi cama, me pongo a pensar sobre la posibilidad de adoptar un perro o gato que cubra la sensación de vacío. Quizás un conejo, pero tengo mala experiencia con ellos.

Mientras me veo como un imbécil pensando en perritos, recuerdo a Gwanshim...

Inevitablemente, Hanbin se abre paso en mi mente.

— Dios, no, no de nuevo —protesto para mí mismo, antes de cubrirme la cabeza con las sábanas.

El resto del sábado transcurre tranquilamente, aunque tuve que luchar conmigo mismo para expulsar a mi jefe fuera de mis pensamientos más de una vez.

Son las cuatro de la tarde cuando, con todo el desánimo del mundo, salgo de mi apartamento para ir a hacer las compras. De lo contrario, no cenaré esta noche ni desayunaré mañana.

— Buenas tardes, Hao —Gunwook me saluda cuando me ve salir del ascensor—. Es raro verte tan... Informal.

Le doy un vistazo a mi elección de prendas —una camiseta negra más grande que mis fracasos, un pantalón deportivo color gris y unos tenis también oscuros— y me encojo de hombros.

— Este es mi estilo auténtico —le contesto con gracia—. ¿Necesitas algo de la tienda?

— Dinero.

Tendencia + Torpeza - HAOBINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora