Capítulo 06 · Digivice: Digital Device

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Arkadia. Esnou no había dejado de pensar al respecto los últimos días. Por fortuna, la sobrecarga de trabajo había impedido que Caronte regresase a casa, lo que facilitó las cosas a la espera de encontrar otro lugar donde resguardar a Teddy; el proceso de adaptación a su nueva figura estaba siendo muy prolongado. Debía aprender a coger cosas con soltura, sin enclavarlas con sus zarpas, razón de sus movimientos torpes y erráticos. Cuando conseguía hacer algo a la primera las marcas de sus mejillas se enrojecían por el orgullo.

—Al menos has aprendido a abrir puertas como los velociraptores.

En general el osezno no entendía ninguna de sus referencias frikis, pero encontraba en ellas cierta satisfacción. El joven le caía muy bien y no sólo por ser el único ser vivo que conocía, que también, sino por sus personalidades parejas. Ambos mostraban un carácter serio y apacible, gracioso en momentos puntuales y responsable cuando la situación lo requería. Parecían estar hechos el uno para el otro.

Más calmado, tras asimilar lo ocurrido, Esnou decidió rescatar un diario para narrar en él todo lo que estaba viviendo, cualquier hallazgo sobre Arkadia y en definitiva todo lo relacionado con los digimon. Lo había comprado tiempo atrás, durante un bache emocional, pero jamás había tenido el valor de usarlo. Escribió un par de páginas, sí, pero poco más.

—Te quedarás en el granero abandonado —informó mientras dibujaba un plano de él en una hoja. Al concentrarse solía fruncir el ceño de forma inconsciente y cuando se frustraba tendía a llevarse el bolígrafo a la boca como si fuera una piruleta—. Cuando regrese Caronte, me refiero. Todavía no has asustado a ningún vecino...

—Lo perros se acercan a la valla para olerme. —Teddy se mecía en la hamaca, recubierta por una funda porque soltaba mucho pelo, mientras veía una serie en el televisor a la que se había enganchado: V'09¹—. ¿Acaso no se dan cuenta de que les están engañando? ¡Tienen cara de malos! —Aireaba las garras con vehemencia al dirigirse hacia la tele.

Verle así solía sacarle una sonrisa genuina a su compañero. Desde el combate ambos consideraban serlo. Compañeros. Encontraban en el término la unión que decían sentir el uno por el otro.

A pesar de sus muchas diferencias, cada día que pasaban tenían más y más similitudes. El osezno era como una esponja. Todo lo absorbía, a todo le daba un pensamiento lógico. Ambos poseían una gran empatía por los demás, por las ocurrencias tristes, de hecho habían llorado juntos durante la transmisión de una película al morir uno de los protagonistas; aunque Teddy afirmase que no mientras se secaba las cuencas con el antebrazo. Esnou se había fijado que, al igual que ocurriese con los perros, los pelos de alrededor de los ojos se le oxidaban al humedecerse.

—Por más que le grites a la tele no te van a escuchar. —Le guiñó un ojo. Él también amaba esa serie. Era de sus favoritas—. A veces la gente necesita un golpe de realidad antes de ser consciente de lo que pasa...

Todavía era pronto para que el osezno entendiese ese tipo de conclusiones. Apenas tenía unas semanas de vida y estaba falto de experiencia. Al igual que los personajes le quedaba mucho por aprender... De pronto su bello se erizó y el filo de sus garras asomó clamando entrar en acción. Podía sentir la presencia de otro digimon en las inmediaciones de la casa, podía oler su fragancia.

—No hay niebla. —Desde la ventana Esnou ojeó el exterior en busca del fenómeno paranormal—. ¡Quédate aquí!

Tan rápido como pudo se calzó y echó a correr por la parcela. Empezaba a notar físicamente, en el aguante, tanto trote. Luego se dejó guiar por las carcajadas infantiles de un grupo de niñas, de unos diez años, que aplaudían los trucos visuales que realizaba un insecto azulado.

Digimon: ArkadiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora