Capítulo 12 · Una Película De Los Ochenta

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Viajar entre universos alternativos había resultado una experiencia divertida, pero muy agotadora. A su regreso a casa, a su verdadera casa, Esnou y Teddy no pudieron más que encerrarse en la habitación y echarse a dormir como si no hubiera un mañana. Las aventuras vividas, si bien gratificantes, les habían enseñado también los diferentes cursos que podían tomar las líneas temporales, diversas y múltiples, en relación con la suya. Gracias a ello, ahora tenían un objetivo en mente: encontrar su Emblema Digital correspondiente; tarea que no iba a resultar sencilla.

Hasta la fecha habían tenido que lidiar con las apariciones aleatorias de digimon en el mundo humano. Deberían esperar atentos la próxima oportunidad para, esta vez sí, viajar al Mundo Digital correspondiente, pero, ¿cómo acertar con su destino?

A la mañana siguiente, sin ni tan siquiera levantarse para cenar, un leve barullo les despertó temprano. Debido a las persianas bajadas, Caronte había decidido no irrumpir en el cuarto tras llegar de trabajar en mitad de la noche, lo que propició que la existencia de Bearmon continuase siendo un secreto para él.

El tamer, como se sentía identificado, abrió los ojos tímidamente y sonrió al ver a su lado al osezno. Conocer a Gael y Hackmon le había abierto los ojos: no era el único capaz de establecer lazos con los digimon, no era algo insólito. Quizás estaban destinados a encontrarse y, de ser así, tuviesen un cometido importante aún por cumplir... El encuentro con Ogremon había clarificado que su unión no era fruto del azar.

—No hagas ruido —ordenó amablemente al ver a su compañero desperezarse—. Caronte está en casa.

Teddy bostezó y acto seguido se giró para abrazar a Esnou. Juntos desprendían un aura de afecto y ternura tan radiante que embelesaría hasta a la persona más cariñosa. A continuación, el tamer se levantó de la cama con el pelo enmarañado y los ojos legañosos, salió del cuarto sin olvidarse de cerrar la puerta y se aproximó a la habitación contigua.

—Buenos días. —Bostezó de nuevo—. ¿Qué tal?

—Sí y perdona que ayer no pudiese llamarte, fue una tarde dura...

Por un momento Esnou se había olvidado del incidente en Madrid con el corsario. Estaba tan agotado que su mente había obviado ese recuerdo, pero enseguida entendió la preocupación de su amigo.

—Fue un día de locos para todos... —Se fijó en la televisión—. ¿Qué ves?

—El programa este de por las mañanas. —Caronte volvió a coger la taza y dio un sorbito de café—. Están hablando de lo ocurrido ayer.

Como era de esperar, la prensa estaba al rojo vivo con el denominado nuevo atentado. Los gobiernos mundiales ya no podían acallar los rumores, sobre todo con toda la prensa de la cumbre que había presenciado el incidente. Por ello, una vez más, los tertulianos debatían lo ocurrido.

—¿Quién es? —Esnou se fijó en una mujer de pelo blanquecino, ataviada con un arnés por encima de su camisa negra

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—¿Quién es? —Esnou se fijó en una mujer de pelo blanquecino, ataviada con un arnés por encima de su camisa negra.

—Una tal Erika —explicó su amigo. No solía ver este tipo de programas, pero la situación le había animado a ello—. Antes ha explicado que venía recomendada por ese periodista tóxico.

Digimon: ArkadiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora