Estoy arta de todo.
Y aun más, estoy arta de las nauceas y los mareos, de que me oculten cosas, de no saber bien quién soy o qué siento.
Camino por el pasillo de la universidad. Voy a mi siguiente clase y cada paso es un suspiro. Porque me cuesta demasiado estar en la que ahora es mi casa.
Escucho cada gota de agua que cae del fregadero, cada brisa que pasa por mi oreja y cada hoja de los árboles que se mueve. Pero lo que más me afecta es oler cada una de las esencias del que pase por mi lado.
Es como si de la nada tuviera ojos, nariz y oídos biónicos, y eso que ni siquiera he tomado una gota de sangre últimamente.
Las nauceas y mareos ya son parte permanente de mi día a día y no por eso quiere decir que yo ya me acostumbré, pero me resigné a tener que acostumbrarme.
Todo empeora con el maldito olor de Emersson.
Ahora resulta que todo el tiempo me siento acalorada.
Maldita la hora en la que no insistí para irme a mi verdadera casa. Maldita la hora en la que decidí que sí podía quedarme ahí metida.
Aveces pasa por mi cabeza el echo de irme y ya, el echo de desaparecer e irme de nuevo a Boston. Ahí todo sería más fácil. Conmigo patinando aunque ya dejé de hacerlo de manera profesional, pero cuando sentía que el mundo me venia encima, no podía evitar ir a las pistas de hielo y deslizarme hasta con los ojos cerrados.
Mis sentidos siempre han sido agudos y ahora me duele entender el porqué, porque preferiría ser una simple humana, llena de estrés, pero libre de patinar a todas horas y salir libremente.
A ser una híbrida entre vampiro y hada, que nunca pudo disfrutar de un día en la playa por miedo a las manchas y quemaduras que este le ocasionaba. Y que nunca pudo ver la luna llena ni a través de la ventana, porque los colapsos y dolores me atravesaban cual flecha en llamas.
Entro a mi clase y maldigo a todos cuando me llegan sus olores que ya me sé de memoria. Toco el collar de Emersson de manera inconsciente y me muerdo el labio inferior, para evitar hacer una mueca de asco conforme el salón se va llenando.
Intento poner atención, llevar el ritmo y disimular lo más que puedo. Suspiro pesadamente cuando la clase acaba y me levanto rumbo a la siguiente.
A la hora de almuerzo no voy a la cafetería, ahí es donde hay más esencias y la verdad suficiente tengo con el ardor de cerebro.
Cyra y Astennu me encuentran donde siempre, bajo el mismo árbol en el que Emersson y yo nos sentamos y yo me tomé el café ese día, el día en el que también iba camuflada por su olor y no lo sabía.
En ese momento un recuerdo viene a mí mente y me doy cuenta de que no siempre fue así, pasé cierta parte de la mañana sin nada que me camuflara y no lo recordaba para nada.
Cyra, que se come una dona y me pasa mi café, me mira de una manera que no me gusta. Siento que últimamente no me gusta como me mira nadie, porque todos parecen hacerlo con lástima.
—¿Estás bien?—me dice y su novio se sienta en el pasto.
Yo solo asiento y copio la acción, sentándome junto a ellos dos, bajo la sombra del árbol que tiene la tarea de protegerme para no quemarme.
—Estos días...
—Lo sé. —la corto, porque ya me sé lo que seguía.
>Has estado muy callada<
Ella asiente y decide ya no seguir diciendo nada, porque como los demás días, no es que vaya a tener ganas de platicar. Siento que cada vez que abro la boca voy a vomitar.
ESTÁS LEYENDO
Luna Llena De Amor
FantasyPrimer libro de la saga: Amor de Fantasía. . . Una profecía. Dos almas gemelas. Una Vampira. Un hombre lobo. Hambre de ambos. ¿Qué pasará cuando Esmeray se dé cuenta de que es la última hembra de su especie? ¿Qué pasará cuando se dé cuenta de la p...