Luna Llena De Amor

16. Animalotes

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La ardilla me mira con sus ojos brillantes.

En ningún momento se me cruzó por la mente el hecho de que la quisiera para... eso. Pobre animalito.

—¿P-pero cómo pretendes que...? No puedo.

—Claro que puedes, pero no quieres.

—Pues... si, es un ser vivo.

—Oh, ¿Y crees que tendrás que destruir gente muerta o qué?

Eso me deja sin nada qué decir, tiene razón. Pero es que yo nunca he matado ni una mosca. ¿Cómo es que ahora pretenda que mate una ardilla?

Y además, ya le puse nombre.

—¿Y se va a morir?

La cara de mamá vale millones. No es ni enojo, es más bien frustración, como si me gritara idiota.

—Pues fíjate que la vas a destripar, pero si tiene suerte, no creo que muera.

—¡Levanna!

—Mira, muchachita, te costó mucho lograr tomar aunque sea un poquito de magia, así que no me salgas con pendejadas y mata a la jodida ardilla.

—¿Y si mejor intento reconstruir la manzana? ¿O si mejor seco la planta...?

—¡Esmeray!

—Bien—acepto, pero casi se me salen las lágrimas cuando la ardilla se remueve enloquecida—¿Así, nada más?

—Si, tienes que pensar en tu magia como si se tratara de tu fuerza misma, y así ejercerla sobre el objeto o en este caso, ser vivo que vas a machacar.

—Qué sutil eres, mamá.

—Es mi segundo nombre.

La fulmino con la mirada y Luna intenta aruñarme o morderme, la tomo bien y la sujeto con las dos manos, parece que, una vez más, ejerzo mucha más fuerza de la que quiero, porque pega un fuerte chillido.

—Se supone que la mates con magia, no con las manos.

—¡Cállate, ¿quieres?! No la aprieto porque yo quiera, es inconscientemente.

—¡Pues conscientemente hazlo ya!

Cierro los ojos y...

Paz, por favor. Paz y que la ardilla se vaya.

Abro los ojos y...

¿Y la ardilla?

—¿Qué?—exclama mamá.

—¿Escapó?

—¿Escapar?—el hada me mira con extrañeza—La desvaneciste.

—¿Qué? No. No hay sangre, ni huesos, ni tripas.

—Exactamente, simplemente la desapareciste.

Me veo las manos, toco mi ropa y me inspecciono. Veo a todos lados y la verdad es que no, no veo a la ardilla.

Veo a Levanna de pies a cabeza, intentando inspeccionarla antes de hablar, ella parece esperar a que yo hable primero.

—¿Eso es bueno o es malo?—pregunto, con cautela.

—No lo sé. ¿Sabes a dónde la enviaste o simplemente la desintegraste?

—¡Y yo que sé! ¡Solo pensé en que no quería matarla, pero a la vez si quería matarla! ¡Y cuando sentí, Luna ya no estaba!