29: Un beso de verdad.

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Abella había sentido aquel nudo en la garganta varias veces en las últimas semanas. Primero, en la frontera francoespañola, huyendo en un intento desesperado de burlar a las autoridades que buscaban la perseguían después de que sus padres hicieran el reporte de su desaparición. Luego, en la estación Sceaux, donde había sido brutalizada por el mismo hombre que la había traído hasta aquí y que, Abella notó, continuaba esperando a un lado de la puerta, asegurándose de que la situación estuviera bajo control. Finalmente, la última vez fue cuando Klara había estado a punto de ser entregada en matrimonio al mejor conocido monstruo de Praocia: Grey Kaczynzki. Abella buscó la mirada de Luke de nuevo, pero era como buscar en medio de la oscuridad. No se dignaba a volverse a verla, ni siquiera luego de lo que su madre había dicho.

―A tu mascota le comió la lengua el ratón, Lucien ―dijo Elizabeth, manteniendo su sonrisa entusiasta―. Dile algo. Que no se desmaye en mi ala del Palacio.

Finalmente, Luke volvió a verla. Sus ojos azules estaban perdidos, desenfocados, similar a la reacción de alguien que ha visto a alguien más morir en frente de él. Cuando consiguió los ojos de Abella, sus cejas se curvaron: una expresión de culpa y dolor se apoderó de su rostro y Abella pensó que comenzaría a llorar, pero no lo hizo. No le habló inicialmente. En cambio, se fijó en el hombre de traje que esperaba a un lado de la puerta. Cuando vio a Kauffman, recobró algo del enfoque que aparentemente había perdido por completo. Inmediatamente después, Luke se levantó empujando audiblemente la silla. De un momento a otro, el hombre parecía destilar furia por los poros. Por un segundo, Abella temió que Luke pudiera intentar ahorcar a su madre. Algo le decía que definitivamente lo estaba pensando.

Du bist ein verdammtes Monster ―Luke gruñó. La severidad del alemán hacía que la voz le temblara―. Abella nunca ha hecho nada para merecer nada de esto.

―Klara y Emilie...―Elizabeth comenzó, como si fuera algo lógico que debía recordarles.

―¡Una mierda! Yo hice eso. Yo intenté sacar a Emilie y Klara de Francia. Los dos sabemos que estás haciéndole esto a Abella únicamente porque es importante para mí. ―lentamente, la piel de la cara de Luke se enrojecía―. ¿Qué más harás?, ¿hasta dónde va a llegar esta venganza personal que tienes en contra de todos nosotros?

Hubo un breve silencio. Elizabeth apretó los labios y recobró una compostura que apenas pudo verse que perdió por fracciones de segundo. Lo siguiente lo dijo con un tono tan neutral que bien podría haber estado recitando los ingredientes de la receta para el almuerzo.

―Abella es una criminal y no puede permanecer en el Palacio Real, por lo tanto se quedará en la Mansión Kaczynzki hasta que logremos estabilizar la situación de la línea de sucesión. Luego, un juicio se dará donde se definan las consecuencias de los sucesos de París. Tomando en cuenta la severidad de los cargos en su contra, Abella podría ser considerada la persona más afortunada del mundo. No estoy haciéndola esperar juicio en una celda, ni estoy deportándola de vuelta a España, lo cual es lo que de hecho debería estar haciendo. ―Elizabeth procedió a ponerse de pie, y se dirigió a Abella una vez más―. Sonríe cariño. Hoy tampoco vas a la cárcel.

El sonido de sus tacones se perdió eventualmente con cada paso, mientras salía de la sala de conferencias y Kauffman la seguía. Abella y Luke se quedaron en silencio entonces, con una tensión tan densa que podría haber hecho que uno de los dos se desmayara.

―Hay que ir a por Jack ―dijo Luke, luego de un par de minutos, y se dispuso a caminar fuera de la sala.

Abella, quien apenas se había movido un par de centímetros desde que había llegado, lo interrumpió.

―¿Qué te ha dicho tu madre antes de que yo llegara?

Luke se detuvo frente a ella. De cerca, su semblante era incluso peor.

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⏰ Última actualización: Sep 26, 2023 ⏰

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the heir | hemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora