14: Pero ya fue.

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París era, por las noches, una ciudad completamente diferente.

Llena de vida y luces, el lugar era casi de novela, casi de libro, definitivamente de película. Caminar por las aceras era una misión en la que había que tener cuidado, pues la afluencia de personas era sencillamente inmensa. Luke dirigía el camino, con su móvil en mano guiándole con el GPS activado. Su destino era, por más increíble que pareciera, un club nocturno.

Sí, de esos en los que la gente bebe y baila, con música sumamente alta y luces que te confunden.

Uno de esos que se le habían prohibido a Abella desde que nació.

No le había dicho a Luke, porque la pregunta no había salido a flote, pero así era. Jamás había visitado uno de esos: nunca había tenido con quien, ni mucho menos la oportunidad. No tenía ropa para la ocasión, tampoco, pero se las arregló con unos vaqueros, tenis y una camisa de tirantes negra. Era suficiente, se dijo a sí misma, pues nadie iba a prestarle atención. Nadie iba a fijarse.

Hicieron la línea para entrar. La dirección que Ángela le había enviado parecía bastante decente: desde afuera podía notar que era muy oscuro, lleno de humo y luces de colores. La música era tecno, con bajos que se sentían en los huesos y en el concreto. Abella nunca habría esperado pasar su segunda noche en Francia así, pero, de toda formas, absolutamente nada había salido como en algún momento lo había planeado.

Luke irradiaba relajación. Miraba a su alrededor, obviamente en un ambiente que le resultaba familiar, mientras que Abella tenía el pulso acelerado. Algo que la mayoría de las chicas de su edad ya habían comenzado a hacer años atrás, ella lo estaba por experimentar por primera vez, y eso sería normal, eso no representaría ningún problema si Ángela Echeverría no estuviera allá adentro, esperándole.

Pasaron por la entrada. Un hombre vestido de traje les puso un sello de tinta negra en las muñecas, y se adentraron al lugar.

Adentro, Luke le tomó la mano. Hablar iba a ser difícil con aquella música tan alta, así que Abella se dejó guiar. Entre el mar de gente que bailaba, sosteniendo vasos transparentes o cigarrillos entre los dedos de manera precaria mientras bailaban, Luke y Abella se hicieron camino hasta el bar, donde Ángela dijo que estaría.

Al principio, el bar —que estaba abarrotado— parecía no albergar a ninguna muchacha española de veintiún años con la posibilidad de romper todos los corazones de cada una de las personas en ese club.

Pero luego de unos instantes, así como una luciérnaga, Ángela apareció entre la multitud. Tenía puesto un vestido corto, blanco, de espalda descubierta. Llevaba los ojos ahumados, la boca roja. Le tomó de la cintura a Abella apenas la alcanzó, haciéndole que soltara la mano de Luke.

—Te diría que pensé que no vendrías —le dijo al oído, prácticamente gritando para que le pudiera escuchar— pero estaba segura de que si lo harías. Y has traído al príncipe, ¿qué más te puedo pedir? Venga, ¡vamos a pedir algo de beber!

Los llevó a la barra, donde les pidió shots de vodka. Abella se lo tomó con esfuerzo, sintiendo cómo le ardía la garganta y tosiendo después, pero Luke se lo bebió sin arrugar la cara, como todo un profesional. Ángela ya tenía unos cuantos tragos encima, era claro por la manera en que se reía y caminaba con cierto tambaleo sospechoso, pero a nivel general estaba bastante sobria, en comparación a la mayoría de la gente en ese lugar. Una segunda ronda fue suficiente para que Abella se comenzará a sentir extraña, y una tercera ronda comenzó a hacerle sentir cálida.

—¡Bailemos! —pidió Ángela, tomando la mano de Abella, pero ella se negó, riendo. Le aseguró que no bailaba, que estaba bien ahí parada por el momento, pero Ángela no iba a darse por vencida. Intentó algo diferente entonces— Ven tú, entonces —se dirigió a Luke, pero éste le frunció el ceño. Le preguntaba si le hablaba en serio o no—, ¿o me dejarás bailar sola?

the heir | hemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora