10: Una foto.

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Cuando era pequeña y durante un tiempo muy limitado, la madre de Abella llegó a contarle una que otra historia para que conciliara el sueño. Parecía casi imposible, pero aquella mujer había tenido puntuales y muy específicos momentos afectuosos con Abella.

Una de esas historias era de Claudia, una adulta joven española que iba a una academia de ballet en París, pero que se daba cuenta de que su verdadera vocación estaría en servir a un convento. La madre de Abella, María Vélez de Montenegro, era una mujer regordeta, que vestía la misma ropa en colores diferentes cada día, atrapada en su propia amargura a modo de cadena perpetua, pero cuando contaba la historia de Claudia —que bien podría haber sido completamente inventada, pero quizá no— había un brillo especial en sus ojos, sobre todo en la primera parte de la misma.

La historia de Claudia siempre sería la favorita de Abella, sobre todo porque no había nada de malo en la vida que llevó durante sus años de ballet, y porque su decisión de unirse a un convento había sido totalmente voluntaria. Era la única historia que su madre contaba que carecía de métodos para infringir miedo al pecado y al mismísimo Dios. La historia de Claudia era simplemente el relato de una chica que había logrado descifrar quién era gracias a una serie de eventos en su vida, oportunidades y amistades fabulosas.

Quizá esa era la forma de su madre, una mujer adoctrinada y reprimida, de explicarle la vida que habría querido tener. Yendo más allá, quizás era la forma de decirle a Abella que había algo más, una pequeña sugerencia, una invitación a verlo, algún día.

Miró a Luke, quien dormía precariamente sentado a su lado —a diferencia de antes, que lo hacía frente a ella—, y se preguntó si a esto se refería.

—¿En qué piensas? —que Luke moviera sus labios, aún con los ojos cerrados, luego de casi dos horas de silencio, le asustó. Eso resultó en una carcajada de su parte.

—Pensaba en mi madre.

Hubo un pequeño silencio. Al mirarlo, Abella sabía que Luke entendía todo lo que ella sentía, porque en su momento él también había pasado por eso. La nostalgia, la lástima, el pesar de haber dejado tu hogar, por más caótico que fuera. Luke estaba viendo un espejo que reflejaba su yo de dos años atrás.

Entonces, con la sabiduría que le confería su experiencia, dijo:

—He pensado en volver múltiples veces, episodios en los que he estado a punto de comprar el boleto de vuelta a Alemania. —dirigió su vista hacia la ventanilla, donde los paisajes del centro de Francia parecían casi borrosos por la velocidad—. Incluso cuando nuestro hogar nos jodió la vida, por alguna extraña razón seguimos añorándolo.

Poco después, luego de lo que ciertamente se había sentido como una eternidad, el tren se detuvo en su última parada: la estación de Austerlitz, en el IX distrito de París. Luke y Abella tomaron su equipaje y se dirigieron hacia la calle. Se encontraban prácticamente a metros de distancia del río Sena, el cual atravesaba todo París. Según Luke, si se dirigían al lado del Sena constantemente hacia el este, eventualmente terminarían en el Parque Champ de Mars, donde se ubicaba la Torre Eiffel.

Ya eran las seis y media de la tarde. Los últimos vestigios de luz estaban por desaparecer, así que decidieron tomar un Uber hacia el departamento de Luke que, al parecer, quedaba algo cerca de la Torre. Sin embargo, en el trayecto al lugar, Abella notó que múltiples letreros indicaban que la torre estaba mucho más cerca de lo que Luke había dicho.

El edificio donde Luke tenía su departamento era simplemente sacado de una película. Se erguía con al menos quince pisos, hecho de lo que parecía ser solo ventanales de vidrio tan pulido que parecían espejos. El lugar era tanto residencial como un hotel que gritaba por todos lados ser de cinco estrellas. Abella estuvo mucho más pasmada cuando bajaron del Uber y de inmediato un empleado del hotel se hizo cargo de sus maletas. Luego de una conversación que Abella no pudo comprender, Luke le guió hacia el ascensor.

the heir | hemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora