Castigada.

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Como era de anticipar, los padres de Karina tomaron la decisión de castigarla indefinidamente, o más precisamente, hasta que determinaran cómo lidiar con la situación y con la propia Karina.

—¡Es increíble que los hayas dejado que eso pasara! Si yo fuera tú, habría entrado en esa habitación y los habría puesto en su lugar, sin pensarlo dos veces. —opinó Natacha Demishew, la confidente más cercana de Karina.

 Ajustaba continuamente sus gafas de montura gruesa en sus penetrantes ojos azules mientras escuchaba atentamente la narración de Karina. Su cabello rubio ondeaba enérgicamente con sus exagerados gestos mientras se mantenía al tanto de todos los detalles de los acontecimientos.

—Ya te lo decía siempre, Karina, que algo olía mal con tu hermana —agregó Kaitan Gaius, amigo de toda la vida, con su cabello castaño y ojos pardos.

Los tres habían estado conversando durante toda la mañana a través de una videollamada de WhatsApp. Después de que Karina se encerrara en su habitación, su "adorable" hermana le llevó el desayuno y le devolvió su bolso y teléfono móvil, que había olvidado la noche anterior, cuando supuestamente desapareció. Sin embargo, este acto de afecto solo exacerbó la furia de sus padres, quienes la castigaron aún más, prohibiendo cualquier contacto excepto con los sirvientes, cuya única tarea era entregar la comida.

La habitación de Karina estaba en el extremo más alejado de la mansión, y con la orden de mantenerla aislada, no se preocupaba de que alguien pudiera escuchar su conversación.

—Vale, Kai, te doy la razón. ¿Contento? —soltó Karina, con una pizca de amargura en su voz.

—¿Cómo voy a estar feliz cuando esos dos tipos te hicieron eso? Y encima, tu familia, toda cegada por el, solo les compra el cuento a ellos.

—Lo más loco de todo es, ¿Qué pasa con tu familia? ¿El dinero los tiene tan ciegos que no pueden ver la verdad? —se lamentó Natacha con un suspiro frustrado.

—Mira quién habla, la que tiene tanto dinero que puede usarlo como papel de baño. —respondió Kaitan.

—¿Me estás comparando con esos dos? Yo no soy como ellos, idiota.


Karina reflexionó mientras observaba cómo sus dos mejores amigos iniciaban otra discusión y esbozó una ligera sonrisa. Siempre había sentido una extraña tensión entre ellos;" se dice que del odio al amor solo hay un paso." Normalmente, estas peleas solían molestarla, pero ahora, las encontraba refrescantes y una excelente distracción de todos los problemas.

—Chicos, si quieren privacidad, ¡Avísenme! —bromeó.

—¿Estás loca? ¿Quién querría quedarse a solas con este energumeno? —respondió Natacha.

—Prefiero ser un energumeno que una niña de papá sin cerebro —contraatacó Kaitan.

—Si seguís peleando, no les suelto el resto de la historia, ¿eh? —advirtió, tratando de poner fin a la disputa. Y funcionó, ya que ambos guardaron silencio.

—Lo siento —dijeron al unísono, pidiendo disculpas. Karina sonrió y continuó con su relato.

—La verdad, no hay mucho más que contar. Como ya os conté, pude zafarme de ese viejo pervertido y me metí en uno de los baños del hotel hasta que los efectos de la droga que me echaron se fueron y lo que pasó después Ya lo saben—concluyó, mordiéndose el labio.

Se sentía incómoda por ocultarles la verdad a sus amigos, pero aún no se sentía lista para confesar que había pasado la noche con un desconocido, o más bien, alguien no tan desconocido, ya que se trataba de . Sabía que si lo compartía, los dejaría atónitos.

Hasta Que Seas Mía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora