¿La mejor decisión?

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Regresó a casa y esta estaba en completo desorden, por no decir otra cosa. Los sirvientes se movían de un lado a otro, mostrando en sus rostros una clara expresión de preocupación, al igual que los guardias que custodiaban la casa, quienes también se desplazaban con inquietud. Quiso indagar sobre la razón de tanto alboroto, pero carecía de fuerzas y energía.

Cuando finalmente se percataron de su presencia, todos abrieron los ojos y escuchó que uno de los guardias expresaba:

—Ha aparecido.

"¿Apareció quién?" Se cuestionó, pero entonces se percató. "¿Se referían a mí?" Un sentimiento empezó a crecer en ella, pero rápidamente lo descartó. "No, esta familia nunca se preocuparía por mí", reflexionó. En ese momento, resonaron unos tacones con fuerza, cada vez más cerca de donde se encontraba.

Era su madre. Lejos de anticipar los habituales reclamos, se apresuró a abrazarla, notando que sus manos y cuerpo temblaban peligrosamente.

—Estás viva, estás bien —escuchó que murmuraba en su oído.

Sin embargo, no esperó y la apartó. No deseaba que la tocara, ni que nadie en ese lugar lo hiciera o la abordara; solo anhelaba subir a su habitación y desaparecer.

El rostro de su madre estaba cubierto de lágrimas, evidenciando su preocupación, pero ella se resistía a creer en tal afecto. Había experimentado situaciones similares en el pasado, y las cosas no habían concluido de la mejor manera. Ya no estaba dispuesta a implorar por amor ni por nada, nunca más.

—¿Dónde has estado? !¿Tienes idea de lo preocupados que nos tenías?! —Gritó la madre, zarandeándola por los hombros.

"¿Preocupados? Ni siquiera percibí que salieran a buscarme." Estaba por explicar lo sucedido, pero cerró la boca y se desvinculó del agarre de su madre.

—¿No escuchas lo que tu madre te pregunta? Responde ahora mismo, ¿¡Por qué saliste tan tarde en la noche?! ¿¡Dónde has estado?! —inquirió su padre esta vez.

Pero no emitió palabra y pasó de largo junto a sus padres y los guardias que observaban la escena.

—¡Karina! —la llamó su padre, pero ella no retrocedió aunque sí se detuvo en mitad de las escaleras.

Giró para observar a las personas que la criaron; ambos estaban perplejos mirándola ante su repentina actividad.

—Ya no tienes que preocuparte, aborté como querías. También escuché que planean llevarme al extranjero. No pondré ninguna resistencia, así que lo único que quiero es que me dejen en paz hasta que me vaya —pidió sin más y volvió a subir las escaleras.

Desconocía las expresiones que estaban mostrando sus padres y tampoco le interesaba, aunque supuso que quedaron impactados con sus palabras, ya que ninguno de los dos añadió más y la dejaron llegar a su habitación con tranquilidad.

Una vez dentro, se encaminó hacia la ducha. El dolor punzante en su zona baja e íntima regresó, recordando lo que perdió, y se dejó caer en los azulejos; sus ojos se llenaron de lágrimas que se mezclaban con el agua, y lloró una vez más, bajo los chorros cálidos de la ducha.

Tras una hora de llanto, estaba duchada y limpia; se colocó una camisa gruesa y se acomodó en la cama, abrazándose a sus rodillas, deseando una vez más poder desaparecer.



CINCO DÍAS DESPUÉS:


Cinco días habían pasado desde el incidente, y Karina se había recuperado casi por completo del aborto, aunque no podría decir lo mismo del casi intento de violación, pues había estado teniendo pesadillas frecuentes con ese día.

Hasta Que Seas Mía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora