Sacrificio.

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Kaitan:

Kaitan estaba nervioso mientras se encontraba parado frente al club nocturno que Lucas solía frecuentar y del cual era dueño. Cada fibra de su ser le pedía que se diera la vuelta y se fuera, pero la imagen de Karina, su amiga, y el pensamiento de que en esos momentos podría estar pasando por cosas horribles, lo mantenían firme en su lugar. Respiró hondo y sacó su teléfono.

"Nunca pensé que tendría que llamarlo."

Recordó cómo ambos se pasaron los teléfonos y cómo, a pesar de haber huido como un perro al día siguiente, Lucas lo llamó y escribió incontables veces, pero Kaitan nunca respondió a sus mensajes o llamadas. Solo lo hizo para pedirle que lo dejara en paz.

Y a pesar de haber sido grosero con él, Lucas nunca volvió a contactarlo ni a hablarle, después de decirle que podía encontrarlo en este club si deseaba algo.

"¿Qué podría querer de alguien como yo?" pensó en aquel momento. 

Sabía que no era bueno juzgar ni generalizar, pero había vivido y escuchado suficientes historias de sus dos amigas para saber cómo eran tipos como él.

"No quiero acabar siendo el juguete pasajero de un niño de papá", volvió a pensar aquella vez, y simplemente decidió olvidar y hacer como si aquella noche no hubiera pasado.

Pero ahora... sus manos temblaban ligeramente al marcar el número de Lucas. Después de unos segundos, él contestó con una voz que era una mezcla de sorpresa y placer.

—Vaya, Kaitan. ¿Qué milagro que me llames?

Kaitan tragó saliva, intentando mantener la calma.

"Para mí también lo es, créeme", pensó, e inspiró hondo antes de seguir y hablar.

—Lucas, estoy en el club donde me dijiste que podía encontrarte. Necesito hablar contigo.

Hubo una pausa, y Kaitan casi podía imaginar la sonrisa satisfecha en el rostro de Lucas.

—Qué bueno que decidiste venir. Estoy dentro, en mi oficina.

—Hay una cola enorme aquí afuera y me tomará horas entrar—le advirtió, mirando la gran fila de personas frente a él.

—Acércate a Gido, es el portero, y pásale el móvil—ordenó con calma, a lo que Kaitan procedió a hacer lo que le dijeron.

Se acercó al portero, lo que a su vez hizo que las personas que esperaban comenzaran a quejarse por intentar colarse, pero él los ignoró y se dirigió al portero, quien le sacaba al menos tres cabezas y lo miró de arriba abajo, con el ceño fruncido como si aquel no fuera su lugar.

—Debes hacer cola como todos —soltó el hombre con un marcado acento italiano.

—Tu jefe quiere hablar contigo —dijo Kaitan, deseando que su voz no se notara temblorosa, y alargó el móvil hacia él.

El hombre, Gido, frunció aún más el ceño pero tomó el móvil en sus manos, el aparato se veía tan pequeño que Kaitan temió que lo aplastara. Gido comenzó a hablar a través del móvil de Kaitan, mientras él deseaba que se diera prisa y al mismo tiempo que pudiera tardar.

En menos de dos minutos, Gido terminó de hablar y le devolvió el teléfono con una mirada curiosa. Kaitan se llevó el móvil a la oreja de nuevo.

—Te estaré esperando —dijo Lucas antes de colgar.

Gido lo dejó pasar, ignorando las quejas de los demás. El ruido y la multitud lo rodearon, pero su mente estaba enfocada en llegar a la oficina de Lucas. Antes de que pudiera preguntarse dónde estaría aquella oficina, otro hombre grande y musculoso se paró frente a él.

Hasta Que Seas Mía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora