Lo que faltaba.

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Los días transcurrieron, llevándose consigo las semanas. Casi un mes había pasado desde aquel incidente que la mantenía bajo castigo. Aunque seguía sancionada, al menos ya no estaba confinada en su habitación, como si se encontrara en prisión. Le permitieron deambular por los alrededores de la imponente mansión, un lugar lo suficientemente amplio como para acomodar a tres familias sin dificultad, equipada con todas las comodidades imaginables para evitar el aburrimiento.
No obstante, Karina experimentaba el hastío. Había crecido en un ambiente de opulencia, y las comodidades que antes le eran indiferentes ahora le parecían insustanciales. A pesar de que era verano y sus vacaciones recién habían comenzado, anhelaba la compañía de Kaitan y Natacha. Estos amigos la llamaban casi a diario para compartir sus actividades, o más bien, para recordarle lo que estaba perdiéndose.

La dinámica en su hogar persistía sin cambios. Nadie se atrevía a dirigirle la palabra, temiendo represalias por parte de sus padres. La única excepción era Danna, quien ganaba la admiración de todos al enfrentarse a la hostilidad de sus padres, acusada de ser una mala influencia para su hermana.
Karina, controlando sus impulsos de rabia, continuaba representando el papel de la hermana cariñosa mientras maquinaba una estrategia. Había conversado con sus amigos y juntos habían concluido que necesitaban pruebas para demostrar su inocencia o evidencia que vinculara a su ex y su hermana en su engaño.

Esa tarea se vislumbraba ardua, ya que estaba prácticamente confinada en su propia casa, sin aliados de confianza para encomendar una investigación. Sin embargo, sus fieles amigos aliviaron ese peso, asegurándole que se encargarían de todo. Corrección: fue Natacha quien asumió esa responsabilidad. Ella sabía que Natacha, procedente de una familia más influyente, disponía de conexiones que facilitarían la tarea. Aun así, no deseaba quedar en deuda con su padre ni con ningún miembro de la familia Demishew.

"Las deudas con personas poderosas nunca traen nada bueno", su padre solía repetir incansablemente, no solo a ella, sino a toda la familia Dachs. Siempre fue estricto en evitar que alguien quedara en deuda o se enredara en asuntos relacionados con el dinero.

Esta obsesión planteaba a Karina interrogantes sobre el pasado de su padre, qué le había sucedido para forjar tal actitud. " Tuvo que ser algo muy duro sin duda" reflexionaba, "De lo contrario, no estaría así de traumatizado."

En ese momento, Karina se encontraba en la piscina cubierta del sótano de la mansión, un lugar con una pequeña sauna y una piscina rodeada de duchas para relajación, equipado con cómodas tumbonas que evocaban un lujoso spa. Lo mejor de todo era que se hallaba completamente sola, lo que le confería una inmensa sensación de paz. En ese entorno, podía liberarse del estrés acumulado.



—Más...— Susurraba, mientras su cuerpo anhelaba desesperadamente el toque que aliviara el fuego que la consumía desde dentro.

—No sabía que fueras tan exigente y decidida, acabas de experimentar un orgasmo excepcional y ya estás ansiosa por más —le comentó el hombre, con una sonrisa enigmática y engreída.

Era innegable que  había experimentado un placer intenso con la estimulación de los  dedos, del hombre, pero ese deseo insaciable seguía ardiendo en su interior, anhelando una satisfacción aún más intensa.

—No puedo evitarlo, estoy tan excitada—susurró, sin rastro de timidez en su voz, un contraste notorio con su actitud habitual.

Observó cómo el hombre, con una mueca de deleite en su rostro, respondía alegremente ante la actitud  proactiva de la joven, aunque sin titubear en cumplir con sus exigencias. Ambos volvieron a unir sus labios, entregándose a un beso ardiente que parecía sellar una conexión profunda, como si sus existencias dependieran de ello.

Hasta Que Seas Mía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora