No sabía si había sido una buena idea comenzar este plan. Decidió dejar de comer para enfermar y así la llevaran al hospital.
Habían pasado cuatro días desde que optó por no comer ni beber nada. Lo sabía por el constante entrar y salir de las sirvientas al cambiar los platos de comida: desayuno, comida y cena.
Cada vez que lo hacían y veían que no había probado nada, le dirigían miradas a veces de odio, otras de consternación y enfado, como si su presencia fuera una molestia, lo cual enfadaba a Karina. "¿Acaso creen que pedí estar secuestrada?" Quería gritarlas, pero solo se limitó a ignorarlas.
No tenía fuerzas; a duras penas podía moverse y se sentía bastante deshidratada. El olor de la deliciosa comida se filtraba y llegaba a ella, empeorando aún más la situación. "Resiste, tú puedes; esto es por la libertad", se animaba internamente. Y para aliviar la angustia, comenzaba a tararear una canción para distraer su mente.
Sus ojos se llenaron nuevamente de lágrimas, y su cuerpo se convulsionó ligeramente al intentar contener el llanto. No quería llorar, pero no sabía qué otra cosa hacer.
Una vez más, se quedó dormida, pero se despertó abruptamente al escuchar el ruido de la puerta. La habitación, antes iluminada, ahora estaba sumida en la oscuridad más absoluta.
—¿Rayan...? —preguntó, pero el silencio persistió, y comenzó a toser.
Habían transcurrido varios días sin que pronunciara una palabra; su garganta estaba notablemente seca e irritada debido a la deshidratación.
Escuchó la puerta abrirse y cerrarse. Acto seguido, unos pasos se aproximaron a la cama, provocando que retrocediera por instinto, aunque apenas podía moverse.
Deseaba advertirle a quienquiera que se acercara que no lo hiciera, pero su garganta reseca y el miedo que paralizaba su cuerpo le impedían articular palabra.
Los pasos se acercaban cada vez más hasta que percibió una alteración en la cama, como si alguien se estuviera sentando o recostando; luego, unas manos tiraron de ella. Intentó liberarse, pero el agarre se volvió más firme.
—Shh, tranquila, estás a salvo —habló una voz masculina, aunque distorsionada y modulada.
Pocos segundos después, unos brazos la envolvieron y la cargaron como si fuera un peso pluma, depositándola con suavidad sobre su regazo.
—No...
Intentó expresar con desesperación que no la tocara, que la dejara ir; ansiaba golpearlo y alejarlo. Levantó la mano y la guió hacia el pecho del hombre, que percibió firme y rígido. Una risa resonó y luego, el hombre tomó sus manos, aquellas que intentaron apartarlo, y las besó con delicadeza.
—Así que el informe entregado, de que no has estado comiendo era cierto —Hablaba con calma, mientras sus brazos rodeaban el cuerpo de Karina con delicadeza.
—¿Quién...?—quiso preguntar, pero su garganta falló una vez más.
—¿Quieres saber quién soy?—preguntó el hombre misterioso.
Ella asintió, sintiéndose desconcertada al momento, pues él no podía verla en la oscuridad.
—Estás tan débil que no puedes moverte, ¿Por qué no has comido en estos días? ¿No te gustó la comida que te hice?—preguntó acariciando su mejilla.
Su cuerpo se tensó incómodo ante su tacto repentino y, por un momento, deseó poder liberarse de sus brazos.
—¿Crees que quedarte sin comer hará que puedas salir de aquí? Siento decepcionarte, pero no lo hará, mi amor.
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Hasta Que Seas Mía
RomanceUna desgraciada conspiración, echa por dos personas que nunca pensó que la traicionarían, la llevan a perder su virginidad, pero como si eso no fuera suficiente, queda embarazada. Sin saber que hacer con ella, su famila decide enviarla fuera del paí...