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Me quedé un momento en la terraza, disfrutando del viento, aunque comenzaba a hacer frío, por lo que le llamé a mi padre y regresé al salón, dispuesta a tomar más ponche mientras llegaba por mí.

En el auto pude platicar con él con calma, ya que me sentía extrañamente en paz; triste, sí, separarme así de Bakugo dolía mucho, pero estaba clara en ese asunto y en mis sentimientos, así que mi padre no lo notó, de hecho, pudimos platicar durante todo el viaje, mientras me despeinaba para dejar descansar mi cabeza.

Al llegar a casa mi padre se fue a dormir; yo haría lo mismo, estaba muy agotada. No podía esperar a quitarme el vestido y los zapatos, para estar más cómoda.

Cuando abrí la puerta de mi habitación ya estaba a medio desvestir, debido a la urgencia de tirarme en mi cama, pero una caja adornada con un gran lazo rojo esperaba de forma inocente en el banco debajo de mi ventana: ¡el regalo de Keigo!

Sonreí, mientras tomaba la caja y comenzaba a abrirla. ¿Qué regalaría un héroe como él? La respuesta no me la imaginaba...

—No me jo... —atajé al sacar una cámara profesional de última generación, además de que incluía una correa para llevarla en el cuello y un maletín para guardar sus accesorios.

La cámara solo la había visto en escaparates de tecnología y en internet, prometiendo que era la mejor del año, tomando fotografías de la mejor calidad, con una resolución increíble y velocidad insuperable en las capturas.

Mis manos temblaron al observarla. No podía creerlo, esa cámara era muy cara; sabía que mi padre podría regalármela si se la pidiera, pero era un precio tan obsceno que me daba vergüenza si quiera mencionarla.

Seguramente pensó que sería el regalo perfecto después de ver mi cámara que el idiota de la agencia había roto.

Dejé mi regalo con sumo cuidado sobre mi escritorio, para cambiarme la ropa e irme a acostar; ya allí seguía viendo la cámara con emoción, hasta perderme en un sueño profundo.

***

Los días que siguieron no vino a visitarme Keigo.

Gracias a la extraña relación que sosteníamos comencé a ver las noticias con mi madre, para enterarme de lo último que hacían los héroes, incluido él. Nos enteramos, el día después de la graduación, de que Hawks estuvo toda la noche deteniendo crímenes.

Los comentaristas alababan su velocidad al capturar e incapacitar a los villanos, sin suponerle ningún tipo de esfuerzo; asimismo, mencionaron que parecía algo más activo, rondando zonas por las que no solía estar.

Mi madre, que estaba tomando té conmigo, dejó escapar una risita. Yo la observé con duda:

—¿Qué sucede, ma? —pregunté, mordisqueando una galleta, sin dejar de ver la tele, ya que estaban pasando un video de las cámaras de la ciudad donde Hawks, con sus plumas, detenía a un maleante que tenía un quirk que creaba clavos desde las manos.

—Nada importante. ¿Él sabía de tu graduación? ¿Que irías con Bakugo?

—Sí, de hecho, tocaba constantemente el tema. ¿Por qué la pregunta?

—Porque se ve que alguien no pudo conciliar el sueño anoche...

Yo la observé con el ceño fruncido, pero ella me ignoró, mientras llevaba las tazas hasta la cocina.

Volví a ver la televisión, sin entender realmente a qué se refería mi mamá.

Siempre lo he tachado de sabiduría de madre, aunque no pueda comprenderla aún. Ella me decía que era cuestión de tener hijos para entenderlo, pero su experiencia sí la dejaba ver ciertas cosas que los jóvenes no podíamos notar, cosas que parecían bobas para alguien de su edad.

Tras tus alas. Hawks x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora