21. Recuerda: escuchar es una virtud

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Cuando abrí los ojos solo vi un techo iluminado con luces blancas. Giré mi rostro y vi que estaba acostada, con mis brazos y una pierna llenos de vendajes, en la cama de un hospital. No había nadie.

Toqué mi rostro y sentí unas lágrimas que debieron salir mientras hablaba con mi padre, si es que no había sido un simple sueño.

Me dolía todo el cuerpo y se sentía peor mientras más era consciente de las heridas y los golpes. Traté de levantarme, pero me sentía muy débil, así que desistí.

Pocos minutos después entró mi madre a mi habitación, diciendo en voz baja que no podía creerlo, que era todo un desastre. No sabía a qué se refería, pero la llamé con debilidad:

—Mamá... hola.

Ella dio un brinco y, al observarme, dejó escapar el llanto para abrazarme con delicadeza, llenando de besos mi cabeza, repitiendo una y otra vez lo contenta que estaba de que hubiera despertado, puesto que dos días permanecí dormida.

Mi mamá me dio tiempo de reponerme y acostumbrarme a los vendajes, mientras nos contábamos todo lo que no habíamos podido hablar, desde el secuestro, mi encuentro con Bakugo y... mi rompimiento con Hawks.

Me escuchó con atención hasta que hube terminado, para agregar:

—Este amor de la juventud. Sabía que tenía algo que ver, pero no me decías nada, de hecho, no hacías otra cosa más que trabajar y comer; eras un muerto viviente, pequeña. Eso sí, debo contarte que Hawks y Bakugo vinieron a verte.

—¿Ambos? Y... ¿dónde están? —pregunté con preocupación, asustada de imaginarlos juntos.

—Esa es la cosa —respondió, con un toque de hartazgo—. Se vieron y comenzaron a pelear a puño limpio.

—¿¡Qué?! —grité, sentándome de golpe en la cama.

—Tranquila, Vanille. Por suerte para esos bobos, fueron avanzando hasta el estacionamiento, donde nadie los vio y nadie pudo grabarlos; ya sabes cómo es la gente y cómo hubiera afectado a la pobre reputación del hombre alado. Un doctor que iba llegando casi sale herido por culpa de estos dos, así que se detuvieron.

Yo me dejé caer en la cama, suspirando. ¿Qué tan tontos tenían que ser? Mi madre continuó:

—Obviamente no podrán pasar al hospital. Fue la condición del doctor para no delatarlos. Pero no tardarás en salir y podrás ver a los chicos.

Suspiré con cansancio, viendo el techo del cuarto. Hawks ya me había salvado la vida dos veces, debía estar agradecida, pero al verlo sabía que sentiría un inmenso dolor; no quería pasar por eso de nuevo.

Lo que me tranquilizaba era que, quizá, no lo volvería a ver, que simplemente me rescató y se perdería de mi vida, igual que antes. Así no tendría que enfrentarlo, a él y el dolor que una sola persona logró provocarme, derrumbando mi mente y mi vida durante un tiempo.

***

Dos días después salí del hospital, acompañada de mi madre y Mitsuki. Desde la muerte de mi padre se hacían mucha compañía, entendiendo nuestro dolor.

Ya en casa de mi madre, Bakugo nos alcanzó. Quería despedirse antes de regresar a la U.A. Tenía una vendita en la frente y una marca en la mejilla de un golpe fuerte.

Mitsuki lo regañaba constantemente sobre su actitud en el hospital, logrando que ambos se gritaran sin parar; mi madre y yo, ya acostumbradas, solo esperábamos pacientemente a que terminaran.

Fue una visita amena. Bakugo debía regresar a su academia, y Mitsuki había prometido regresar a visitarnos constantemente, para ayudarnos en lo que necesitáramos.

Tras tus alas. Hawks x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora