Capítulo 21

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Mi corazón late con tanta violencia, que soy capaz de sentirlo golpeando contra mis costillas, mis manos tiemblan tanto, que tengo que cerrarlas en puños para aminorar los espasmos involuntarios que las asaltan y todo mi cuerpo se estremece cuando la mirada salvaje de Gabriel Agreste encuentra la mía. Cuando sus ojos (zafiros, fuertes y llenos de una emoción desconocida) se clavan en los míos.

Tengo una revolución en la cabeza. Todo dentro de mí es un manojo de sensaciones y sentimientos que colisionan con violencia y, por más que trato, no puedo ponerles un orden.

La imagen arrogante, fría y calculadora que tenía de él se ha esfumado por completo. Ha cambiado y se ha transformado en una que me intriga y me gusta en partes iguales. Una que encuentro tan humana y real, que no puedo evitar sentir que he creado una clase de conexión con él. Con su dolor. Con su pérdida y todo eso que lo hace tangible e imperfecto.

—¿Esa es toda la verdad? —pronuncio, con un hilo de voz, pero no sé por qué estoy preguntándolo. Supongo que una parte de mí espera que diga que me ha mentido. Que todo el dolor por el que ha tenido que pasar no sea cierto; porque, así, mirarlo como si fuese el hijo de puta más grande, sería más sencillo.

Gabriel asiente. Hay un toque ansioso en su gesto y un tinte nervioso tiñe su mirada. Un suspiro largo y pesado escapa de mi boca y cierro los ojos.

«¿Qué pretende con todo esto? ¿Qué es lo que espera de mí? ¿Cuál es la finalidad de contármelo todo ahora?»

Cuestiono para mis adentros y eso es, exactamente, lo que sale de mis labios.

—¿Y qué es lo que pretendes conseguir con todo esto? ¿Qué esperas conseguir de esta conversación? —Le agradezco a mi voz por no fallarme y no delatar cuán inestable me siento —¿Por qué has decidido confiar en mí ahora y no hace unas semanas, cuando aún...? —«Cuando aún estaba esperanzada con la idea de tener una explicación tuya. Cuando aún no me dolía como lo hizo» —¿Cuándo aún me importaba?

Sé que acabo de sonar como una completa bruja sin corazón, pero ahora mismo no me importa. Lo único que quiero, es arrancarme del cuerpo esta ilusión que ha comenzado a reptar y a abrirse paso hasta mi pecho. Es tratar de sellar el agujero que Gabriel Agreste les ha hecho a mis defensas y al caparazón que puse sobre mis hombros el día que decidió mandarme a la mierda.

La decepción invade su gesto de inmediato y una punzada de dolor me retuerce las entrañas.

—No lo sé... —dice y la tristeza que se cuela en su tono me estruja por dentro. —Yo solo quería que lo supieras. Yo solo... —Niega con la cabeza. —Solo esperaba que entendieras.

Es mi turno de soltar una negativa.

—Que entendiera, ¿qué? —suelto, y sueno más dura de lo que me gustaría. —¿El motivo por el cual te comportaste como un completo hijo de puta conmigo durante las últimas semanas? ¿Qué estás tratando de justificarte por la mierda por la que me hiciste pasar?

El reproche en mi voz es tanto que no podría ocultarlo aun cuando quisiera hacerlo.

—Nath...

—No, Gabriel —lo interrumpo. —No puedes hacer esto. No puedes tratarme de la mierda, decir todo lo que dijiste y esperar que las cosas estén como si nada hubiese ocurrido. Como si no me hubieses dado una patada en el culo.

—Nathalie, no podía decírtelo. —Suena frustrado ahora. —No podía arriesgarme de esa manera.

—¿Y qué cambió? ¿Qué fue lo que te orilló a querer contármelo todo? —Hago una pequeña pausa solo para permitirme a mí misma asentar la revolución de sentimientos que me embarga. Solo para permitirme digerir que sigo molesta y herida por todo lo que pasó entre nosotros. —Todo esto es... ¡Maldición! Es que ni siquiera sé qué es lo que es. ¿Qué es lo que pretendes.?

El Magnate -MLBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora